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P. Vicente Palacios del Hoyo
El día domingo 21 de enero de 2018, en la Merced, capital del distrito de Chanchamayo, provincia del mismo nombre, perteneciente a la región Junín, fallece el gran misionero franciscano VICENTE PALACIOS DEL HOYO. Le aquejaba un malestar bronquial, al parecer nada peligroso, pero la noche del 20 de enero hizo crisis y fue ingresado de emergencia en el Hospital docente de Medicina Tropical «Julio César Demarini Caro» de La Merced. No superó la afección y en la madrugada del día domingo la hermana muerte le llamó y le llevó al encuentro definitivo con Jesucristo, el Hijo de Dios, quien le entregaba la palma de victoria después de tantos años vivir anunciando la buena Nueva en tierras de misión.
Fr. Vicente nos dejó a los 85 años de edad, 67 de religión y 6o de sacerdocio. Dejo a su familia desde muy niño para anunciar a Cristo resucitado, especialmente en las zonas de misión; fue ahí donde ejerció casi todo su ministerio.
Después de haber recibido merecidos homenajes en La Merced, sus restos fueron traídos al Rímac – Lima para ser velados en el salón parroquial del Convento de los Descalzos. Estos días, recibíamos la bendición de Dios con la visita de Su Santidad el Papa Francisco, quien visitaba el Perú; muchas personas de la Selva Central que llegaron a la capital con este motivo se acercaron al convento para darle el último adiós.
El martes 23 de enero por la tarde se congregó la fraternidad para «dejar en las manos de Dios» a nuestro hermano Vicente. Presidió el funeral mons. Gerardo Zerdín, obispo del Vicariato de San Ramón, cerca a él estuvieron los hermanos Marcos Saravia, vicario provincial y guardián de la Fraternidad de los Descalzos y Eugenio Ortiz, vicario de la fraternidad de La Merced; estuvieron muchos sacerdotes, diáconos y seminaristas del vicariato de San Ramón – a quienes agradecemos por acompañarnos- con ellos los hermanos: Dante Villanueva, Enrique Díaz, Félix Santamaría, Buenaventura Dureau, Severino Esteban, Mario Gonzales, Mauro Vallejo, Lucinio Ortega, Benedicto Aimani, Gustavo Leonardo, Gregorio Pérez de Guereñu, Vicente Pérez de Guereñu, Jorge Horna, Adelmo Vásquez. Fr. Eugenio Ortiz, leyó una reseña biográfica que el padre Alfonso Tapia había preparado.
Reseña biográfica de Fr. Vicente Palacios del Hoyo, ofm
Nace el 24 de julio de1932 en Carcedo, un pueblecito de la provincia de Burgos, en España. Sus padres son Constantino y Mercedes. A los doce años, en noviembre de 1944 ingresa en el Colegio Seráfico de Anguciana (La Rioja) y el 29 de octubre se embarca con 20 muchachos como él para Perú. Hasta llegar al Callao fueron 80 días. En el colegio del Callao estudia 2°, 3° y 4° de secundaria. El 31 de marzo viste el hábito franciscano y culminado el noviciado profesa e! 12 de abril de 1950. En el convento de Ocopa hace 5º de secundaria y los estudios filosóficos y teológicos. Profesa votos solemnes el 14 de octubre de 1953 y es ordenado sacerdote el 6 de enero de 1958.
Su primera obediencia le lleva a Huancayo por cuatro cortos meses. Trasladado al Callao se dedica a la formación de los jóvenes como profesor y vicemaestro de 1954 a 1964; con los mismos cargos pasó al colegio de Anguciana de 1964 a 1972. Después regresó al Perú al convento de San Antonio de Cajamarca hasta 1975. Después será párroco y guardián del convento de Barranco y en 1978 se integra al Vicariato Apostólico de Requena, en Tierra Blanca. Disfruta en sus giras por el río acompañado siempre de algunas religiosas Franciscanas Misioneras de la Natividad que apoyaban la evangelización y la labor social. La escuela de cada caserío se convierte en despacho, templo, dormitorio… Lleva además su organito electrónico a pilas; con la música y su hermosa voz sabe captar la atención de chicos y grandes, pero será su bondad la que conquiste para Dios los corazones de todas las personas.
Le tocó vivir los años del terrorismo y en una ocasión los terrucos interceptaron un bote donde él viajaba, quisieron matar a un señor y éste les suplicaba que por favor no lo hicieran, que tenía hijos menores. El p. Vicente se ofreció y dijo: «mátame a mí en su lugar». Los terrucos desconcertados no mataron a nadie. Después el p. Vicente decía: «yo sabía que no me iban a hacer nada por ser sacerdote»…
Será Mons. Julio Ojeda, amigo de infancia quien lo reclame para que le ayude en el Vicariato de San Ramón. Estuvo primero en Oxapampa, pero pronto asumió la parroquia de San Ramón, más cerca de Monseñor Julio, eso fue el 1993. Completaban la comunidad el hermano Herminio Puente y Fr. Daniel Córdova, los cuatro amigos desde la infancia.
Siempre preocupado por los enfermos y pobres decide reforzar la ayuda que ya venía dando y organiza en 2001 la Acción Social Parroquial que hasta ahora fundan Con la ayuda del P. Daniel Córdova pusieron en marcha el Consejo Parroquial. En San Ramón cambió el bote por la camioneta y así podía ir y volver en el día.
Monseñor Gerardo Zerdin le pedirá en 2003 que apoye el seminario «Pío Sarobe» del Vicariato de San Ramón que funcionaba en Villa Rica.
El Capítulo del 2005 lo destina a la comunidad franciscana de la Merced, con los padres Lucinio Ortega y Felipe Quiroz. En esta época le pide Mons. Gerardo que acompañe a la Renovación carismática del Vicariato.
El año 2014 fue enviado a reforzar la comunidad franciscana de Barranco, con dolor por dejar la selva, obedeció como siempre lo había hecho. Grande fue su alegría cuando el 2017 le permitieron volver a la selva, nuevamente a la parroquia de la Merced. Aquí como siempre repartía su tiempo entre la visita a los enfermos, la celebración de los sacramentos, las salidas a las comunidades y la oración. Después de Navidad se enfermó de los bronquios y se empezó a complicar su salud, se le veía débil, pero no perdió su alegría, el 6 de enero cumplió 6o años de sacerdote y el sábado 20 insistía al p. Pepo que él quería ir el domingo a San Luis de Shuaro. Esa noche se complicó su salud, lo llevaron de emergencia al hospital de la Merced. A las 5 de la mañana del domingo 21 entregó su alma a Dios de manera silenciosa, como siempre actuó en su vida.
Desde tempranito empezó a correr la noticia que generó asombro, desconcierto y gratitud a Dios por la vida del p. Vicente. Se organizó su velatorio en la parroquia de la Merced, donde tantas exequias celebró. De todos los lugares fue llegando la gente: La Merced, San Ramón, Villa Rica, Oxapampa, Perené. Los ojos de muchos se bañaron en lágrimas.
En la Misa de cuerpo presente en la Merced sintetizamos su vida en tres palabras: una virtud, una debilidad y una pasión.
Una virtud: la bondad. El p. Vicente fue un hombre bondadoso por los cuatro costados, para todos. Él mismo decía: «El mejor apostolado es la bondad». Su trato con todos era exquisito y siempre amable. Jamás levantó la voz a nadie y con paciencia y cariño atendía a todos. Su sola presencia transmitía paz. También de él se puede decir que pasó por el mundo haciendo el bien.
Una debilidad: los enfermos y los pobres. En el hospital de la Merced las enfermeras ya sabían, cualquier enfermo que pida un sacerdote, llamen al p. Vicente y al poco de colgar el teléfono, aparecía Vicente para acompañar, consolar, confesar, ungir y lo que hiciera falta. Procuraba no llevar las manos vacías, aunque fuera unas galletitas. Conseguía una platita de España para ayudar con medicinas. En una ocasión trepó el cerro a gatas para visitar un enfermo, otra lo cargaron como costal de papas para cruzar el río Cacazú y visitar otro enfermo.
Una pasión: JESUCRISTO. Para el p. Vicente, toda pastoral se limitaba a dar a conocer la persona de Jesucristo para que enamorados de Él, le siguieran. «Si hemos conseguido esto, ya está todo». Hablaba de Él con pasión, pronunciaba su nombre con fuerza y claridad remarcando con un gesto vertical de su mano. Siempre fiel a sus tiempos de encuentro personal con Jesús, luchaba por vivir en su santa presencia todo el día y esa presencia la transmitía a los que nos acercábamos a él.
(P. Alfonso Tapia, Vicariato de San Ramón)
Al término del testimonio, monseñor Gerardo hizo una pequeña alocución resaltando la generosa entrega del padre Vicente a las misiones y su servicio atento a los hermanos, especialmente a los que más necesitan.
Luego de la misa, sus restos fueron llevados al cementerio, ahí el p. Marcos realizó las últimas oraciones, bendijo el nicho y agradeció a todos los asistentes por su compañía y sus oraciones.
«En las manos de Dios» dejamos al padre Vicente, brillante misionero, e invocamos a Dios para que su entrega y esfuerzo motive a más personas a abrazar nuestra forma de vida religiosa: seguir a Cristo al modo de Francisco.
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