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Hno. Juan (Pedro) Santamaría
1905-91
«Religioso de múltiples cualidades al servicio de los demás»
Nació en Ezcaray –pueblo de la provincia de Logroño, región de la Rioja-España el 1 de Agosto de 1905. Sus padres Juan y Paula trabajaban en una pequeña empresa de carpintería donde aprendió bien el oficio con el que después de religioso tanto bien hizo a las instituciones sobre todo educativas.
Los primeros estudios los realiza en su pueblo natal Ezcaray y a los 18 años en 1923 junto con otro grupo de jóvenes se trasladó a Perú con la idea des ser misionero. El 23 de Abril de 1923 tomó el hábito en el Convento de los Descalzos de Lima y como era habitual entonces tomo el nombre de Juan de Dios, al año siguiente hizo la profesión, pasando a estudiar posteriormente a Arequipa donde cursó los estudios de filosofía y teología para ser ordenado de sacerdote el 21 de febrero de 1932 en la ciudad de Puno.
Desde que en 1932 fue ordenado sacerdote, y salvo un breve paréntesis de su ministerio en España, la mayor parte de su vida la pasó en la selva. Primero en Pucallpa donde se inició en la tarea educadora que desempeñará lo largo de su vida religiosa, Seis años como profesor y Vicemaestro de los jóvenes seráficos de Anguciana y desde 1950 el Vicariato de Requena.
Entre las múltiples facetas de la persona del P. Santamaría vamos a destacar las siguientes que desarrolló a lo largo de su vida religiosa y sacerdotal.
El religioso explorador: El año 1933 fue comisionado por los superiores para compartir con el ingeniero E. Habich y otros la expedición que daría lugar a la carretera Pucallpa-Huánuco. Fueron dos meses de expedición que dejó como fruto el trazado de la carretera que une la selva con la sierra y la costa. Al final del diario que escribió de esta interesante expedición dice:
«Como premio del viaje he aprendido a comer toda clase de animales ya sean cuadrúpedos o bípedos y cuando salí de Pucallpa pesaba 63 Kilos y a mi llegada a Huanuco no tenía sino 50» (De Pucallpa a Tingo María explorando las Pampas de Sacramento Lima 1979).
Como premio a su labor se le concedió el título de Miembro de la Sociedad Geográfica del Perú.
El religioso educador: El P. Santamaría dedicó la mayor parte de su vida a la educación. Desde 1933 que se inicia en Pucallpa hasta el año 1977 que se jubila. Durante 44 años desarrolló su enseñanza en los diversos centros de educación del Estado entre Pucallpa y Requena y un paréntesis de seis años como recolector y orientador de vocaciones y como profesor del Seminario Menor franciscano de Anguciana. En 1954 se hace cargo de la dirección de la Escuela Normal Rural de Requena, que dos años después sería trasladada a Pucallpa. Además de profesor del colegio Padre Agustín López Pardo, durante más de 25 años sería Inspector Escolar en la Provincia de Requena. En 1977 cesó en el magisterio Oficial después de casi 44 años de actividad educadora.- Debido a su labor en 1982 el Ministerio de Educación le concedió las Palmas Magisteriales. Como pedagogo, sabía que educar no es solamente dar conocimientos, sino «hacer personas», despertar las cualidades que toda persona posee y potenciar los valores humanos, religiosos y cristianos.
El religioso arquitecto, e ingenioso constructor: En todos los lugares donde ha residido el P. Santamaría ha dejado huellas de su capacidad e ingenio para la construcción. Primero en la construcción de la iglesia de Pucallpa, donde como recuerda quien en aquellos años fue su Superior, el P. Aguirrezabal, «Era como el supervigilante de la obra, encaramándose mañana y tarde en los andamios; ayudando y asesorando a los obreros, renovando los andamiajes, visitando los hornos de ladrillos, subiendo y bajando mil veces en la estructura de techos y cielo raso». De igual manera en los pocos años que trabajó en la misión de Contamana lo hizo la antigua iglesia de Contamana y después en la construcción de la catedral de Requena, que ya iniciada unos años antes, se completó con la torre y el reloj donde para instalarlo a una altura de casi 25 metros, tuvo que poner en juego su ingenio para que después de casi 50 años siga marcando la hora al ritmo del tiempo. Sin duda el P. Santamaría fue el alma y gestor de la obra.
El religioso carpintero y ebanista: maestro especialmente de la madera, oficio que conocía muy bien ya desde pequeño por haberse iniciado en los talleres de su casa paterna. Durante la década de los años de 1960 funcionó la escuela vocacional, de la que el P. Santamaría fue el Director. Entre las opciones que se llevaban a cabo estaban Imprenta, agropecuario, zapatería y sobre todo carpintería. Dicho taller funcionó con mucho éxito no sólo por la cantidad de alumnos que recibían las enseñanzas, sino también por la cantidad y variedad de muebles, sobre todo mobiliario escolar que tenía como destino las escuelas y colegios de los caseríos. La afición a la carpintería le venía de familia, este oficio siempre creativo como pocos, le dio grandes satisfacciones y era ahí donde se sentía feliz, hasta los últimos días de su vida y ya al final en la carpintería del Centro Misional del Convento de los Descalzos era muy fácil encontrarle siempre con alguna herramienta
Pero sobre todo el P. Santamaría fue:
El religioso sacerdote entregado plenamente al servicio de la comunidad. Desde 1923 que ingresó al noviciado hasta el día de su fallecimiento (14-7-1991) el P. Santamaría vivió plenamente 68 años de vida religiosa y 59 como sacerdote. Si gran parte de su tiempo la pasó en el colegio o las aulas, el resto del tiempo siempre se le encontraba disponible para las diversas tareas del ministerio sacerdotal: Celebración del Bautismo, Confesiones, visitas a los enfermos y sobre todo celebración de la Eucaristía y predicación. Nunca tuvo razones para excusarse. Pobre, sencillo y humilde como verdadero hijo de San Francisco, siempre al servicio de los demás, especialmente en lugares como la selva donde no son muchos los que se deciden por el trabajo en dicho lugar. Como a muchos de su época le costó asimilar a las directrices del Concilio Vaticano II, pero poco a poco fue adaptándose a las reformas.
Con fecha 8 de Setiembre de 1988 el papa Juan Pablo II le concedió la cruz «Pro Ecclesia et Pontifice» en reconocimiento a su labor sacerdotal y misionera.
Así se expresaba el P. Benjamín Tapia del P. Santamaría con motivo de esta condecoración impuesta el 5 de Mayo de 1989 en una jornada fraterna, misionera y eclesial en una celebración sencilla y emotiva especialmente realizada por la presencia del entonces Ministro General Fr. Juan Vaughn, que acababa de cumplir una visita a las misiones y misioneros de los Vicariatos de San Ramón y Requena:
«Aunque le llegaron condecoraciones y reconocimiento a su labor, bien merecida por cierto, es por su FIDELIDAD HUMILDE que agradecemos a Dios, fidelidad a lo largo de tantos años, de los cuales los mejores y más fecundos en las misiones; fidelidad y llamado y misión, fidelidad a los hermanos y a los hombres, fidelidad a la minoridad y servicio eclesial sin exclusiones. Y fidelidad vital, en una evangelización no decorativa, sino profunda: a las personas concretas y a sus culturas. Una fidelidad cuya fuerza está en el espíritu, en el amor a los pobres a los que fue enviado y en mirada bondadosa sobre todo cuanto es y sobre la propia vida y actividad por más humilde que sea».
Los últimos años de su vida, jubilado y libre de las preocupaciones de clases y otra obligaciones dedicará su tiempo a ayudar a la comunidad del convento de los Descalzos y a dedicarse a sus «hobbys», sobre todo carpintería y jardinería, siempre inquieto y ocupado. Una fractura que tuvo de la cadera le hizo decaer ostensiblemente y el día 14 de Julio de 1991, habiendo recibido unas horas antes el Sacramento de la Unción de los enfermos falleció en el Convento de los Descalzos.
«Así vale la pena morir» decía una persona que participó en la Eucaristía de despedida. Fue un hermano bueno y fiel, ejemplo para todos.
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