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Fr. Agustín López Pardo, ofm
1872-1946
«El más grande misionero de la Amazonía peruana». «El héroe de la selva», «El misionero del remo». «El fundador de Requena del Tapiche». «El apóstol de las gentes ucayalinas»
Nacimiento y primeros estudios
Nació en Palacios de Benaver, pueblo situado en la Provincia de Burgos –España- en una vivienda frente a la Iglesia donde una placa recuerda el día de su nacimiento: 24 de Agosto de 1872. Sus padres Ezequiel López Pardo y Gabina Pardo Sáiz, eran naturales y vecinos del pueblo, quienes además de las labores agrícolas y ganaderas se dedicaban a la construcción de carruajes tirados por mulas o bueyes y que era el medio utilizado en la época para las labores agrícolas.
Al día siguiente de su nacimiento, es decir, el día 25 de Agosto, en la iglesia parroquial, dedicada a San Martín, fue bautizado el niño a quien se le puso el nombre de Luis. (El nombre de Agustín con el que se le identificará durante toda su vida religiosa y sacerdotal será el que se ponga en el momento de la profesión religiosa).
Quien conozca la zona y sus pueblos de la región castellana, podrá imaginar el ambiente de la época en donde se desarrollaba la vida de un niño normal. Casa y campo, escuela e iglesia se repartían los días de los niños del lugar compartiendo con amigos y vecinos. Dios y la naturaleza eran los núcleos vitales. Trabajo, honradez, sencillez y religiosidad eran las virtudes naturales de las gentes sencillas de la zona, lo eran de su familia y en este ambiente transcurrieron los primeros años de su vida: familia, escuela e iglesia. El párroco Don Gregorio Villa Moreno, quien por más de 40 años lo sería del pueblo y el maestro D. Miguel Lomas, quien fallecería bordeando los 100 años, serían, como lo fueron en la mayoría de los pueblos, dos personas cercanas a la familia y al niño.
Los primeros años de estudio los hace en la escuela nacional del pueblo, donde con la ayuda sobre todo del maestro y del párroco aprende los principales conocimientos de religión, castellano, historia y algunas enseñanzas de latín.
En cierta ocasión, cuenta el maestro, que al salir de la escuela escuchó de boca de Luis que quería ir a misiones a lejanas tierras, lo cierto es que este entusiasmo y fervor infantil con el correr del tiempo se convertiría en realidad.
Por los años 1880 los Colegios Apostólicos de Propaganda Fide del Perú intentaban establecer un centro de recolección en España, con la finalidad de reunir niños que quisieran ser misioneros en ese país. Primero en Morón, sin muchos resultados prácticos, y luego en el convento de la Aguilera, tratarían de cumplir este objetivo. Por tal motivo se encontraban en España diversos religiosos de los Colegios de Propaganda Fide del Perú y posiblemente uno de ellos el P. José María Cervera se habría puesto en comunicación por medio del párroco con el niño Luis y en él parece que prendió el entusiasmo de ser misionero Franciscano en las lejanas tierras del Perú.
En Octubre de 1887 el adolescente Luis fue llevado al célebre convento franciscano de San Pedro Regalado de la Aguilera, al sur de la Provincia de Burgos, cerca de Aranda de Duero, donde se reuniría con otros jóvenes que con el mismo fin se prepararían durante unos meses para ir de misioneros a las lejanas tierras de Perú.
Estudios eclesiásticos en Perú
El 1 de mayo de 1888, al trasladarse al Perú, para continuar con los estudios eclesiásticos, fueron sus familiares a despedirle a Burgos y habiéndose hospedado en los diversos domicilios de sus familiares, al momento de arrancar el tren no estaba presente su padre. Esa misma noche había fallecido, tres meses más tarde y ya en tierras peruanas se enteraría del repentino fallecimiento de su padre la misma noche de su partida.
El grupo de nuevos misioneros viajó de Burgos a Burdeos en tren para embarcarse desde esta ciudad francesa el 4 de mayo de 1888 con destino a Perú a donde llegarían el 28 de junio. La llegada de este grupo de 21 jóvenes fue considerada como un gran acontecimiento para el Convento de la Recoleta de Arequipa en donde como acción de gracias al día siguiente de su llegada se ofreció una misa solemne Te Deum. De los 21 jóvenes, 9 pasarían al convento de Cuzco.
Se estaba cumpliendo uno de sus sueños: Ser misionero en el Perú. Y vaya si lo sería. Desde su llegada 28 de Junio de 1888 hasta el día de su muerte acaecida el 14 de Junio de 1946, no saldría del Perú y ello no por falta de interés emocional por su familia y por su patria, sino para hacer prevalecer sus afanes misioneros. Con fecha 21 de Octubre de 1914 tenía permiso de Roma para ir a España de visita a sus familiares, pero como ese año había comenzado la primera guerra mundial y debido a su celo por las misiones del Ucayali, renunció al viaje. Jamás volvería a su tierra, ofrendando a Dios de esta manera este gran sacrificio.
El escenario de la vida religiosa y sacerdotal del P. Agustín López Pardo será el Perú, entre Arequipa y la selva del Ucayali. De los 58 años que vivió en el Perú, 15 los pasó en Arequipa y 43 en las misiones de la selva, de ellos 39 años en Requena.
Poco después de haber llegado a Arequipa comenzó el año de noviciado, concretamente el 13 de Julio de 1888, terminándolo el 14 del año siguiente haciendo la profesión simple. Tenía 17 años. En los 9 años siguientes realizaría los estudios filosóficos y teológicos en la misma Recoleta para ser ordenado de sacerdote el 29 de Junio de 1898 por manos de Monseñor Segundo Ballón, obispo de Arequipa.
Su ordenación sacerdotal era la meta y el inicio de sus aspiraciones misioneras en la selva a donde en numerosas ocasiones pidió ir, pero antes de hacerlo pasaría los primeros años de su actividad sacerdotal en las tareas pastorales en los Departamentos de Arequipa, Moquegua y Tacna, acompañando en varias ocasiones al Obispo en sus Visitas Pastorales.
A la selva
Desde el mes de Octubre de 1900 hasta Diciembre del 1902, el P. Agustín, siguiendo las normas, solicitó repetidas veces por escrito a los Superiores que le permitiesen ir a trabajar a las misiones de infieles de la Prefectura Apostólica del Ucayali, que recién se había creado. Su insistencia, tesón y constancia hizo que en diciembre de 1902 obtuviese tan ansiado permiso y obediencia para trabajar en el campo apostólico de la selva donde más de 70 religiosos franciscanos habían muerto mártires desde mediados del siglo XVII.
En la segunda mitad de 1903 el P. Agustín deja Arequipa, a la que recordará entrañablemente durante toda su vida, y después de unos días de descanso en el Convento de los Descalzos de Lima, subió en tren a La Oroya, donde le esperaba el hermano Juan Cherín, quien sería su compañero de labores durante muchos años, y emprenden el viaje de ingreso hacia la selva por la vía del Pichis.
Con este viaje de ingreso comienza el P. Agustín López su famoso «DIARIO» que lo escribiría durante los 43 años de su vida misionera en la selva. Lo comenzó en latín, y en latín lo continuó hasta el 17 de febrero del 1905, para luego desde esa fecha hacerlo en castellano.
Gracias a ese diario conocemos la expedición misionera a los ríos Tapiche y Blanco. En febrero de 1904 ingresando por el río Ucayali desde Contamana y entrando por la boca de Iberia pasó al río Tapiche y Blanco, su principal afluente, retornando de bajada por los mismos ríos en busca de un terreno apropiado para fundar una misión entre Iquitos y Contamana. Este viaje duró 4 meses y siete días hasta su retorno de nuevo a Contamana.
Busca ubicación de una nueva misión
Este viaje, sin duda se puede llamar «viaje descubridor misionero», pues aunque los franciscanos en su empeño de evangelizar todas las gentes de la amazonía peruana, habían recorrido la casi totalidad de sus corrientes fluviales, sin embargo, por encontrarse estos ríos en la margen derecha del Ucayali y nor-oriente, se habían dejado de explorar y también porque no existía ningún puesto misional cercano. Por eso este viaje será el comienzo de una serie con los cuales lograría la amistad de los nativos remos, mayos y mayorunas que poblaban sus orillas y así facilitó la posterior formación de un asiento misional. Este asiento sería Santa María de los Remos en el río Blanco donde se establecería el P. Enrique Leuque, a quien los caucheros le hicieron la vida imposible haciendo que los nativos se levantasen contra el, teniendo que abandonarla por falta de seguridad y peligro de su propia vida, teniendo que huir precipitadamente cuando la casa misión fue asaltada e incendiada.
Por su parte, Requena ya era un punto de donde partía el movimiento religioso antes de su fundación como pueblo, fundación que se llevó a cabo sobre todo por las gestiones del P. Agustín López Pardo, quien con justicia es el fundador de la ciudad de Requena, nombre dado en honor a quien fue Gobernador de Maynas a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Don Francisco de Requena.
El 16 de Septiembre de 1904 habían salido de Contamana el P. Agustín y el Hermano Cherin, llevando una orden del P. Agustín Alemani, entonces Prefecto de misiones, para fundar una misión en el lugar más conveniente. El 14 de Diciembre de 1904 llega el P. Agustín López al fundo y quebrada de Camaná, de donde pasó al fundo Codicia, propiedad de Manuel Mafaldo. El lugar elegido para la fundación sería este lugar, escogido después de haber recorrido detenidamente el río Ucayali y el Tapiche y que entonces pertenecían a la extensa provincia de Contamana.
El lugar escogido era muy bueno por ser punto de unión entre los ríos Ucayali y Tapiche, por estar a considerable distancia de Contamana y bien ubicado para poder atender la zona norte de la Prefectura Apostólica de misiones.
Después de muchas batallas y trabajos y diálogo con los propietarios de los fundos y las autoridades civiles y políticas de Iquitos logró su cometido de fundar en el lugar que era conocido como San Martín del Tapiche, la misión y la nueva ciudad de Requena, como homenaje y recuerdo al famoso gobernador de Mainas Don Francisco de Requena y Herrera, quien mantuvo muy buenas relaciones con los franciscanos, a quien se debe la creación del obispado de Maynas y la real cédula del 15 de Julio de 1802 mediante la cual se incorporaba al Perú todos los territorios del norte del Amazonas, conocidos como Maynas.
Fundación de Requena
Gracias por tanto a sus gestiones y también a las de otras personas, entre ellas el fiscal de la corte de Iquitos, D. Jenaro Herrera, y a la resolución del Ministerio de Fomento, de forma oficial, la fundación del pueblo de Requena tendría lugar el 23 de Agosto de 1907, tal como consta en el Acta Oficial de fundación del pueblo de Requena.
Al firmarse esta acta de fundación oficial ya el P. Agustín López y otros misioneros trabajaban de modo estable en Requena, dos años y siete meses, las tres familias que se encontraban en diciembre de 1904 habían ascendido a más de 20 y los cuatro o cinco alumnos de la Escuela misión que regentaba el Hermano Juan Cherín habían ascendido a más de 20 y un ascenso vertiginoso de la población seguiría aumentado durante los próximos años. Con la fundación de Requena se dio un gran impulso a la actividad misionera, así como también al progreso social de la región norte del Ucayali. Sin duda, esta fundación constituye uno de los mayores méritos del P. Agustín López Pardo, quien teniendo como centro Contamana por el sur, Requena por el norte durante sus 43 años de labor pastoral no habría pueblo o caserío que no fuese visitado. El remo, la canoa y el machete son los símbolos que caracterizan su acción evangelizadora.
Quien visite hoy Requena desde lejos contemplará las ventanas de la misión y del colegio que lleva su nombre, así como la torre de la iglesia, y la cruz del Peladillo, pero se encontrará también con la grata sorpresa que en la plaza de armas destaca el monumento al P. Agustín López Pardo, una canoa, con dos remeros, uno situado a proa y otro a popa y el P. Agustín López, de pie, con la cruz en la mano, y el machete colgado del cordón del hábito identifican a este gran misionero y evangelizador.
El P. López no sabía nadar, sin embargo, resultó un diestro canoero y muy hábil puntero y popero. Todos los viajes los hizo en canoa siempre acompañado de dos o tres muchachos de unos 13 o 14 años. Sólo cuando tenía que realizar algún viaje largo aprovechaba de alguna gran embarcación (lancha) que navegaba por el Ucayali para amarrarla a la lancha o meterla en ella para apenas llegar a su destino de nuevo hacer uso de la canoa y los remos. En la canoa llevaba los libros de bautismo, de matrimonio y de confirmación, así como un cuaderno para escribir su famoso diario en el que no dejaba ni un solo día de hacer algún apunte. En todos sus largos recorridos nunca perdió un solo libro de anotación de sacramentos y ni una sola hoja de su diario escrito.
Recojo lo que dice el P. Isidro Salvador en El misionero del remo (Lima 1972) que es la biografía del P. Agustín y que ha servido para hacer este trabajo. Dice:
«Cuando a través de la estadística conocemos la actividad misionera del P. López nos invade un sentimiento de admiración y asombro. Algo más de 60.000 kilómetros recorrió en canoa y en ella viajó más de 15.000 horas. Tal vez sea el caso más extraordinario de la historia. En los libros parroquiales de Requena hay consignados 23.886 bautismos realizados personalmente por el P. López; a los que hay que añadir cerca de 7.000 administrados también por él y anotados en las misiones de Contamana. Pucallpa y Atalaya; lo que hace un total de más de 30.000 bautismos. Los matrimonios que realizó fueron unos 5.000 y las confirmaciones pasan de 20.000.
Todo este gigantesco movimiento sacramental adquiere mayor dimensión si se considera que no se realizó en ciudades o pueblos grandes, ni en zonas medianamente pobladas, sino en una inmensa región de escasa y dispersa población, hoy dos, mañana tres, al otro día cinco… y así durante casi medio siglo con una paciencia y una constancia verdaderamente extraordinarias.
El último bautismo administrado por el P. López en el pueblo de Requena fue el 22 de Abril de 1946, y el último bautismo en las misiones de bajada a Iquitos fue el 20 de mayo de ese mismo año en el caserío llamado Puerto Prado, casi donde se juntan el Ucayali y el Marañón para formar el Amazonas». Así pues. El P. López bautizó en la selva desde mediados de noviembre de 1903 hasta fines de mayo de 1946″
Ciertamente el P. Agustín López es el gran evangelizador de la selva, uno de esos «quijotes franciscanos» de los que habla el P. agustino Avencio Villarejo en su obra «Así es la selva». El se hizo todo para todos y como todos, compartía con sus muchachos bogas la tarea de manejar el remo y pasaba horas manejándolo personalmente, con una resistencia admirable no sólo ante el calor y el agua, sino también ante los innumerables animales, que cuanto más pequeños, más fastidiosos son como los insectos y «zancudos».
No se sabe, ni el hace referencia en su diario a que sufriese de reumatismo u otra enfermedad grave, indudablemente que se adaptó al ambiente de la selva y un espíritu fuerte y paciente animado del ideal franciscano y misionero mantuvo al P. Agustín López en su tarea apostólica hasta el final de su vida.
Las muchas horas compartidas con las gentes sencillas hicieron que también aprendiera el shipibo, del cual se conserva una gramática y un diccionario escritos por él.
Su apostolado misionero fue sobre todo la evangelización, transmitir el espíritu del Evangelio, formar las conciencias e integrar la vida en todos sus aspectos. Sus giras misionera además del carácter apostólico tuvieron un sentido de exploración descubridora, llegando a puntos de la parte alta de los ríos a donde nadie había llegado antes y para ayudarse en su acción misionera y para conocimiento e información de los demás, además de su diario, confeccionó mapas, levantó censos de escuelas, de alumnos, de habitantes de los lugares uniendo la acción social y de bien público a su obra misionera.
Cualidades religiosas y humana
Y toda esta inmensa obra misional la pudo llevar a acabo gracias a su salud, que en general fue muy buena. Sólo así pudo desarrollar una actividad tan asombrosa y resistir las inclemencias y el desgaste del clima tropical de la zona. Esta salud le hizo hacer grandes viajes, tomar toda clase de alimentos y resistir horas y horas completamente mojado, además, llegó a conocer y utilizar los diversos remedios de la selva para sus heridas y dolencias. En su diario aparecen anotaciones para curar diversas enfermedades.
Que tuvo buena salud física lo prueba también el hecho de que en los 43 años de actividad, tan sólo en seis ocasiones salió de la selva, alguna de ellas a Lima para verse con los médicos y ello por recomendación de los Superiores. Por eso resulta admirable y extraordinario que en 43 años haya salido seis veces de la selva, tal vez sea éste uno de los casos más singulares de los misioneros de todos los tiempos.
Religioso y sacerdote
Como religioso y como sacerdote supo cultivar también su vida espiritual, hombre culto, bien hablado y escritor, predicador y aunque no fue hombre de púlpito porque no lo utilizó, su enseñanza era sencilla y apropiada a las gentes del lugar, conversador e identificado con las gentes. Con los religiosos de la misión de Requena, cuando a la venida de sus grandes giras se encontraba con ellos mantuvo relaciones fraternas y abiertas. El religioso con el que más permaneció fue el P. Nicolás Giner, otro de los grandes misioneros. Ambos tenían caracteres distintos y parece que también genios fuertes.
Para vivir 43 años en la selva como religioso y sacerdote, además de las cualidades humanas hace falta una buena base religiosa y una gran confianza en el Señor. De las mismas cartas y correspondencia del P. Agustín se pueden sacar algunas de sus citas y reflexiones:
«En el estado al que Dios nos ha llamado, (porque non vos me elegistis, sed ego elegi vos ut eatis et fructum afferatis), no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios y el fruto que de nosotros quiere son las almas, a cuya salvación totalmente debemos consagrarnos. (Carta del 15 de Marzo de 1913).
«No hay que arredrarse ante las dificultades y fatigas, porque lo que nosotros solos no podemos, lo podemos con aquel que nos conforta. No hay que querer cosechar antes de tiempo, ni afligirse porque la mies no madura. ¿No te fijas cómo el Divino Agricultor los soporta (a los pecadores) y espera a penitencia? (Carta del 21 de Octubre de 1916).
Buen franciscano
Como buen franciscano tuvo la virtud de la modestia y del olvido de las injurias y calumnias que también sufrió y de la humildad franciscana, nunca se dio importancia y nunca resaltó sus hechos transcurriendo su vida en la mayor oscuridad, sin publicidad ni propaganda.
Mantenerse firme y fiel en la vocación religiosa no es fácil, por eso en el espíritu de piedad religiosa fueron fundamentales en su vida las siguientes tareas: la celebración de la Santa Misa, el rezo del breviario, el Santo Rosario y la lectura espiritual y meditación, y sólo aquel que asidua y diariamente las practica tiene que ser necesariamente un buen religioso, como lo fue el P. Agustín López ya que su vida estaba enraizada en la esencia de la Liturgia y en las fuentes de la gracia y unión con Dios.
Sólo cuando las circunstancias lo hacían imposible o había peligro de irreverencia dejaba de celebrar la Santa Misa. El Oficio Divino y el rezo del Rosario era diario y lo realizaba donde estuviese, cansado o descansado, con mucho o poco trabajo. En sus giras siempre llevaba algún libro de lectura espiritual y la meditación casi natural en medio de la grandiosidad de la selva y de sus fenómenos propiciaban la comunicación con Dios y siempre con el hábito franciscano, que a pesar de no ser prenda agradable de llevar en la selva, ésta quedó impregnada no sólo por el hábito franciscano, sino por la gran talla humana, cultural, religiosa y franciscana de nuestro protagonista
Salida de la selva
Después de 43 años, el 23 de Abril de 1946 salió de Requena, aguas abajo, recorriendo los pueblecitos comprendidos entre la boca del río Tapiche y del Ucayali, para llegar a Iquitos a finales de Mayo, como siempre lo acompañaban tres muchachos a quienes el cariñosamente llamaba «mis ángeles de la guarda» y que eran sus remeros. En Iquitos como era costumbre, se hospedó en el convento de los PP. Agustinos.
En Iquitos se encontraba en perfecto estado de salud, se había hecho sacar cinco dientes y el día 8 de Junio debía embarcar en «El Adolfo» para regresar a Requena y de allí pasar al río Tapiche en gira misionera.
Ese día, después de una visita de su amigo Dr. Morey, presidente de la Corte de Justicia, se sintió repentinamente enfermo. Poco después se encontró con otro amigo que acababa de instalar una cámara frigorífica y que le invitó a verla. El calor de la calle era asfixiante, estaba sudoroso, al entrar en la cámara recibió un fuerte impacto de frío y se sintió mal, los médicos diagnosticaron Pulmonía doble, siendo trasladado al hospital militar Santa Rosa, regentado por las religiosas Franciscanas Misioneras de María donde fue atendido con todo cariño y solicitud.
Fallecimiento
El jueves 13 de junio, fiesta de San Antonio de Padua se agravó y al día siguiente hacia las 12 y media del día falleció después de recibir del P. Reynaldo los santos óleos. Contaba al morir 73 años, 9 meses y 19 días.
Poco después de su muerte fue conducido su cadáver a la Iglesia Catedral de Iquitos, donde un innumerable gentío desfiló antes su cadáver. Se había pensado enterrarlo en Iquitos en el Panteón de las Madres franciscanas, pero llegó una orden del P. Superior de Requena en el que urgía en su nombre y el de las autoridades y todo el pueblo que se le condujese a Requena entre como el llamaba «sus amados cachorritos y cananeos», con quienes había convivido 43 años.
Entierro
Gracias a las diligencias del Prefecto de Iquitos y a las de los PP. Franciscanos y Agustinos un hidroavión de la Fuerza Aérea Peruana trasladó el cadáver, siendo conducido primero a la iglesia y después al salón de los Padres que las religiosas transformaron en capilla ardiente. Al día siguiente se oficio el funeral con presencia de autoridades religiosas, civiles y sobre todo del pueblo que tanto lo había querido.
Su cadáver fue depositado en el presbiterio de la catedral en una fosa recubierta de ladrillos y cemento y con una placa que todavía puede observarse al lado derecho del altar y en una de las columnas una placa de bronce de la armada del Perú y del pueblo de Requena, recuerda a este gran misionero.
Monumento
Poco después de fallecer, en la plaza de Armas se levantó un monumento al P. López que estuvo hasta que en su remoledación y tal como se encuentra en la actualidad un gran monumento al P. Agustín López, con la canoa, el remo y la figura de dos muchachos, puntero y popero son el mejor recuerdo y testimonio de homenaje a este gran misionero, de quien el entonces Vicario Apostólico de las Misiones del Ucayali en una pastoral dirigida con motivo de su muerte llegó a llamarle «el más grande misionero de la Amazonía de todos los tiempos».
Colegio PALP
Colegio PALP
En la actualidad y desde poco después de su muerte el principal colegio de Educación Secundaria de Requena lleva su nombre, conocido como (PALP). PADRE AGUSTIN LOPEZ PARDO y en el canal del Puinahua, un brazo largo e importante del río Ucayali, uno de los caseríos formados después de la muerte del Padre Agustín López, las gentes sencillas del lugar le han dado el nombre de «PADRE LOPEZ»
Pero el mayor y mejor monumento –como decía Monseñor Buenaventura Uriarte-, ha sido, «es y será siempre su obra evangelizadora en todo el Ucayali y sus afluentes, que es su mejor gloria y su mejor corona».
Fr. Lorenzo García Alonso OFM
Requena, Octubre-Noviembre 2009
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