Historia de un árbol

Dulce Nombre Padilla Serra, F.M.M. ha escrito un libro titulado Historia de un árbol. Franciscanas Misioneras de María en el Perú (1911-1964). Lima Julio 2002 del que hemos copiado los siguientes capítulos:

  • La congregación religiosa
  • Requena – 1919
  • La atención a la mujer indígena
  • Más allá de los Andes
  • Semilla en un surco abierto

La congregación religiosa

El 21 de mayo de 1830, en la vieja ciudad ducal de la Bretaña francesa, Nantes, veía la luz Héléne Marie Philipine. Su familia, de profunda convicción cristiana, provenía de un antiguo y noble tronco.

En 1854, Héléne Maríe decide consagrarse a Dios, pero la temprana muerte de su madre Sophie Galbaud du Fort la obliga a retardar esta decisión, y seis años después, ingresaba en el Convento de las Clarisas. La salud la impediría, acaso providencialmente, proseguir el camino que había comenzado, por el que llegó hasta las Misiones de la India.

En 1877, y con el nuevo nombre de María de la Pasión, emprende una aventura: la de fundar el Instituto de Franciscanas Misioneras Hijas de María. Su misión van a ser leproserías, hospitales, guarderías, talleres, colegios, asilos, y demás obras en esa línea.

Las fundaciones se irán sucediendo y hasta multiplicando. Su primera fundación en España y la última de la Fundadora, como la de Santa Teresa, fue en Burgos, en el año de 1904. Los comienzos de las Misioneras en Burgos, las «monjas del zapatito» como serán conocidas más tarde en la ciudad, serán con un taller de bordados, para formar jóvenes en la vida cristiana y en el trabajo. Y allí llegará destinado poco tiempo después, como su Capellán, el Rvdo. Félix López, sobrino del P. Agustín y providencial mediador en las gestiones del Misionero, para llevar Franciscanas Misioneras a las Selvas Amazónicas del Perú, y a Requena.

Cuando en el mismo año de la fundación burgalesa, moría la Fundadora en San Remo de Italia, casi 3.000 Religiosas Misioneras se ocupaban en el mundo del trabajo y en el de la propagación del Evangelio. Pero las primeras monjas que van a pisar las Selvas de la Amazonía con la función específica de Misioneras serán las cuatro fundadoras de la Casa de Requena.

[O. c. volumen II, apartado VII, 4,2. Las Franciscanas Misioneras de María]

Requena – 1919

Una nueva tierra para echar la semilla. Ya está sembrada en la madre-tierra de la Sierra y de la Costa y ahora el deseo es ir a «lo más peligroso y remoto», así es considerada la Selva para los europeos y también para los mismos peruanos. Tierra de embrujo y de anímales feroces, tierra de plantaciones milenarias y de ríos caudalosos y temerosos. Sus habitantes también son considerados como los más lejanos a la civilización en su manera de vivir y de relacionarse. También es cierto que la Selva cautiva a la persona que viene, no de turista ni para aprovecharse de ella, sino para descubrirla y amarla.
La primera semilla Franciscana Misionera de María cayó en Requena, después Iquitos y Yurimaguas. Desde ahí las raíces se esparcieron a otros lugares como: Rodríguez de Mendoza, Cutivireni, Pampa Silva etc.

Requena, desde 1942, capital de la provincia del mismo nombre, se ubica al sur de la provincia de Maynas. Sirve de enlace entre Iquitos y Pucallpa.

En 1904 Fr. Agustín López ofm., acompañado de Fr. Juan Cherín ofm., buscaban un lugar propicio para la misión, se establecen en Tapiche y forman un centro misional, empezando la lucha por independizar el caserío de la presión ejercida por los patronos de los fundos colindantes. Transcurrido un año Genaro Herrera pide se organice el pueblo con el nombre de Requena del Tapiche en homenaje al coronel de ingenieros y gobernador de la provincia de Maynas, Francisco de Requena Herrera. Así el pueblo de Requena del Tapiche queda fundado el 23 de agosto de 1907. El río Tapiche, de los más grandes afluentes del Ucayali, desemboca en el mismo Requena. Entre las tribus que forman su población están: los chamas, remos, cocamas.

Al servicio de la mujer indígena

En 1909 los franciscanos de Requena, pertenecientes a la provincia San Francisco Solano, viendo la necesidad de atender a la mujer indígena, se dirigen al Instituto solicitando hermanas para la misión. Entre la primera petición y la llegada de las hermanas pasan diez años.

En los archivos locales se encuentra dos cartas de Fray Agustín López a Rvdo. P. Raphaél Delarbre, la primera fechada el 12 de abril 1910 dice referente a la petición:

«Todos aquí, misioneros y pueblo, deseamos la venida de las hermanas misioneras de María. La población se compone de alta sociedad y de indígenas. El distrito es inmenso y los habitan 35.000 almas sin contar los infieles. Hace falta ocho meses del año para visitar las familias que tenemos a cargo. En una residencia se reúnen 300 familias entre blancos e indígenas. Esta población que vive bordeando el río Ucayali y toda la ribera del Tapiche, gran afluente del Ucayali, o en el interior de la selva, está totalmente abandonada. Cuando llegamos, hace ya seis años a fundar nuestra nueva misión apostólica, yo encontré que eran infieles y había gran corrupción. La población ha escuchado nuestro anuncio y muchos han contraído matrimonio, la familia parece más organizada, el indígena aprende sus derechos y deberes, los misioneros están bien aceptados por todos, en una palabra esto ha sido una revolución completa ayudados por la Iglesia» [Carta de Fray Agustín López al P. Raphaël D. ofm (1910). Archivos Generales]

Pero, aún queda una laguna grande que llenar, pues se encuentran incapaces de la regeneración de la mujer, de las madres de familia, ya que no pueden acercase a ellas por miles de inconvenientes. Primero hay que ganarse el corazón del esposo y de la madre para Jesucristo, y poder hablar con las mujeres jóvenes y adolescentes, ya que los hombres no acostumbraban a dirigirse a las mujeres. Continua el P. Agustín López:

«Creo que ellas serán más misioneras que nosotros mismos. Tendrán necesidad de mucho amor a Jesucristo, porque tendrán que sufrir mucho por El. Por eso es necesario un personal a toda prueba y que tenga sed de la cruz de Cristo. Tendrán de todo, sufrimientos morales y síquicos. Les digo toda la verdad para que no vengan engañadas. Nosotros no le podemos prometer que aquí la cruz de Jesucristo será menos sangrante que en China o en algún país del mundo.

Las religiosas deberían ser todas españolas, si es posible… Aquí nadie ha visto una persona de otro país, ni de las capitales de la Amazonia peruana. Jamás ha existido un convento de religiosas…» [Idem]

El P. Raphaél Delarbre, procurador general de los franciscanos, responde a la carta el 14 de junio del mismo año, y expresa su gozo y consentimiento de que las Franciscanas Misioneras de María vayan a esa misión:

«…la providencia me ha ayudado para poder manifestar su deseo a la Madre General de las Franciscanas Misioneras de María y también nuestro P. General. En principios la fundación ha sido muy bien aceptada, pues está dentro del espíritu del Instituto y su desarrollo misionero. La Madre General está pronta para aceptarla.

Pero ese proyecto pedirá un poco de paciencia porque otra fundación le han pedido para el Perú. En el momento que esa primera casa se instale, será más fácil soñar con que vayan a la prefectura del Ucayali». [Carta del P. Raphaél D. ofm a Fray A. López (1910) Archivos Generales.]

De nuevo el P. Agustín escribe al P. Raphaël el 10 de diciembre de 1919 donde expone las responsabilidades que debían tener las hermanas:

  • Escuela para jóvenes de alta sociedad e indígenas.
  • Catecismo a las mujeres y jóvenes.
  • Al mismo tiempo visita a los enfermos.

Más allá de los Andes

«Para una fundación hay que escoger bien a las personas y las que son enviadas deben tener presente que la casa se resentirá siempre de la fidelidad de las primeras que fundaron la nueva comunidad»[Costumbres 1, 157].

Las cuatro misioneras ya están en Perú. Dos acaban de llegar de la Argentina; las otras se encuentran en las otras recientes fundaciones del Perú. Ellas son:

  • M. de los Dolores, Teresa Cruz Burgui, esp.
  • M. Auxiliadora, Teodora Arenas, esp.
  • M. Encarnación, Petra Besga, esp.
  • M. del Rosario, Guilhermina Alfonso, port.

Van al Cusco y de regreso, en Arequipa fueron despedidas en una conmovedora y solemne ceremonia, que se realizó en el Asilo Santa Rosa de Viterbo. Estuvo presidida por Mons. Holguín. Mientras entonaban el canto: «Partid, Partid» la gente emocionada besaba los pies de las misioneras del Ucayali.

Al llegar a Arequipa surgieron dificultades y contradicciones. Todas perplejas pensaron que «el genio del mal» estaba muy interesado de poner obstáculos a su misión. Tuvieron que retrasar su viaje a Lima por tres motivos: El golpe de Estado de Leguía contra el régimen imperante y cambio completo de gobierno; la peste gripal por la que las autoridades prohibieron la salida de la ciudad y las reuniones públicas; la tercera es que todos los buques que tocaban el puerto de Moliendo estaban atestados de pasajeros.
Buscaron refugio en la oración y la confianza en Dios, se hizo el Triduo de despedida misionera en Arequipa. De Moliendo salieron para el Callao y llegaron a Lima el 3 de agosto de 1919. Al día siguiente partieron para Ocopa.

Muy temprano sale el tren, les acompañan M. Purísima y M. Deogratias. Algunas pinceladas del viaje:

«El ferrocarril más alto del mundo, supremo desafío de la constancia humana a la naturaleza adversa, las lleva a través de panoramas de bellezas sin par. Subiendo hasta 5.000 m. Ticlio es la cumbre, atraviesan la Oroya por 60 túneles, el último se tarda veinte minutos en atravesarlo, parece que el aire falta y los viajeros experimentan el mal de la sierra: el soroche» [Carta de Madre Purísima ala Superiora General, 1919. Archivos Generales.].

Bajaron del tren en Concepción y después de la Misa, emprenden el viaje a caballo durante dos horas para llegar a Ocopa. Las misioneras permanecieron varios días allí para los preparativos del viaje.

El 11 de agosto de 1919, vísperas de Sta. Clara, comienza la audacia de estas mujeres que sin saber la ruta, sólo dijeron SI a la voluntad de Dios.

Extracto de un interesante diario

M. Dolores deja un maravilloso diario, se demuestra hasta dónde puede llegar la capacidad de desafío, sufrimiento y de aceptar el riesgo cuando se tiene claro el ideal misionero de una Franciscana Misionera de María: entrega total.

El diario comprende desde el 11 de agosto al 23 de setiembre de 1919. La descripción es sencilla y tan real que el lector tiene la impresión de estar viviendo con ellas esos días, maravillándose de la belleza de los paisajes, esa «hermosura horrible» como se expresa en una ocasión M. Auxiliadora; de sentir la lluvia fuerte o la nieve; de pensar que tropieza con un pedrusco; de echar la espalda hacia atrás, para que el paso de la mula descendiendo las rocas abruptas se evite caer en el precipicio profundo…

Todo está mezclado en estas cuatro misioneras con la fe, la confianza el buen humor, la valentía y sobre todo de sentir a Jesús Eucaristía, el gran misionero del Instituto, tan cerca de ellas, como sucedió a los de Emaús.

Aquí aparecerán algunos relatos para que se pueda apreciar la fe, la confianza y la valentía ante los peligros y el buen humor ante las incomodidades. Las atenciones y los buenos ratos de este viaje en el que como en toda vida actúa invisible y palpablemente Dios Padre, que hace de lo imposible posible.

«¡En marcha!, nuestra caravana se compone de 27 mulas, 7 de silla y 20 de carga, más el caballo de Horacio Lizarraga, un joven de buena familia que hace el viaje por gusto y capricho… Al cabo de veinte minutos toda la comunidad está allí… saludamos a todos; sacan algunas fotografías y nos despedimos. Antes de cantar el «Ave Maris Stella» que M. Purísima no puede terminar porque los sollozos se lo impiden… ya estamos en nuestras cabalgaduras… damos a todos el último adiós y… hala, hala…»

El día 12 de agosto continúa:

«Llegamos con mucho frío a la cumbre, hemos llegado a una altura de cinco mil metros. La nieve no ha cesado aún, ni tan solo un minuto; el frío es intenso; el padre por el frío que tiene, juzga el nuestro y nos hace parar para tomar una copita de coñac que nos calienta un poco. El paisaje a pesar del frío es magnífico…

… Nuestros vestidos están completamente transformados: pantalones amplios y grises que nos llegan hasta los tobillos, un poncho gris que nos cubre enteramente y sombrero de paja blanca con un velito de tul negro por la cara…

… Son las tres de la tarde y estamos muy cansadas; descansamos pero la lluvia que cae estrepitosamente nos recuerda que todavía nos quedan dos leguas para llegar a Comas. Aparejamos las mulas y echamos a andar en medio de un aguacero torrencial. El camino es pésimo, no se puede decir más, pero no por eso deja de ser una belleza la naturaleza que contemplamos. Hace rato que nadie habla, la marcha es lenta y peligrosa, las mulas se deslizan y vamos bordeando un despeñadero al pie del cual rugen, más que murmuran las aguas del río Marancocha…»

Ya en Comas a las seis de la mañana del día 13, participaron de la Eucaristía celebrada por el Prefecto Apostólico:

«… ¡la suma Majestad baja a esta cabaña con la misma bondad que a las espléndidas catedrales! ¡Ah Señor, es que Tú sólo buscas adoradores en espíritu y en verdad!». Hemos pasado una noche muy buena; quizá no tengamos otra igual hasta que lleguemos a Requena.

Al mediodía emprenden de nuevo la marcha: … a pié la bajada, pues es demasiado pendiente; además escarpada que hay que poner los cinco sentidos clavados en donde se ha de pisar. El suelo brilla por la abundancia de mica que contiene. Tomo una piedra mezclada con mineral. Podrá servirme para dar una clase …. las llagas que se están formando en un dedo de cada pié no me deja andar. Me siento sobre una piedra y me quito las medias y los zapatos, así me parece que ando mejor. Debe ser efecto de que los botines son muy gruesos…

A la bajada el camino es mejor, continuamos andando. Sor Rosario entusiasmada con los helechos que encuentra se entretiene en formar un haz, más al llegar a un recodo del camino hay una hermosa cascada de agua y todos tenemos sed, hasta las mulas, es preciso quitarle el freno y Sor Rosario no puede con sus helechos. Entonces va al P. Prefecto y le ruega tenga su ramo que lleva para Requena, para darle de beber a la mula. El Padre le pregunta: ¿Estas hierbas lleva a Requena? ¡Oh Padre! son helechos, no son hierbas. Bien, dice el padre, las mandaremos que nos esperen allí. Este río desemboca en el Ucayali y llegarán antes que nosotros y las arroja al río. ¡Cómo nos hemos divertido!»

El 14 de agosto vísperas de la gran fiesta en que el Instituto celebra a su Madre María, su Superiora General, las viajeras se prepararon a esta fiesta, aunque sea a lomo de mula; pasaron por bosques maravillosos cuya contemplación les entusiasmó, por desfiladeros angostos que les hacía poner «de nervios todo el cuerpo». Al fin llegaron a la hacienda Runatullo; los señores Jorge Manrique y Escobar los recibieron con la más delicada cortesía y una amabilidad extrema:

«Qué extraño se nos hace ahora un comedor… y una mesa bien puesta. La Hacienda es toda una empresa muy bien organizada… Todas las semanas envían a Lima quintales de mantequilla muy bien elaborada. Los dueños de la hacienda nos acompañan de Runatullo que significa «Hueso de gente» hasta Quishuar, caserío muy pequeño; desde allí volvemos a internarnos en escarpados desfiladeros que forman zigzagueos. En estos lugares, la gran soledad es prueba fuerte para el consagrado; comprendo, en este momento de una manera más clara la dosis de amor de Dios que debe tener un misionero y lo acertado de no enviar prematuramente a la juventud… sin haber probado bien su vocación».

En la hacienda tienen la misa y se trasladan con la imaginación a las comunidades conocidas a donde habrá gran fiesta. Ellas ofrecen la misa por las intenciones de la Madre General. De nuevo se ponen en camino:

«¡Qué frío más intenso! es que nos aproximamos a las nieves perpetuas. Mi mula parece cansada, el Hno. Diego me enseña un procedimiento para hacerle andar más ligera, pero además añade: no se preocupe es la mula más mansita de la misión y como estaba algo enferma se la dinos a usted por ser la de menos peso…

Estamos en la cumbre a 5,000 metros de altura y ya en las nieves perpetuas. ¡cómo se nota el aire enrarecido!. Es el punto cumbre de la cordillera donde se encuentran las arrogantes y esbeltas llamas que tanto nos han distraído…»

El caserío de Atas, está casi vacío. Dos chozas las esperaban para el descanso nocturno, corno hacía frío les vino bien dormir juntitas, no pueden armar los cuatro catres. Ya el 16 de agosto y después de una mala noche, pues el frío no les ha dejado cerrar los ojos:

«…dejamos Atas soplándonos los dedos del frío, atravesamos una vegetación que cada vez se hace más frondosa y después de una bajada horrible entramos en plena selva, aunque todavía nos falta mil metros de descenso, nos hallamos en medio de tanta belleza que casi no sentimos las molestias. Este lugar se llama Carrigal, por la gran cantidad de carrizos que se encuentran aquí… en el Carrigal se añade, además de la naturaleza bellísima; un misterio imposible de explicar,, es inexpresable, porque aquí lo que habla es el alma, con un dulcísimo idioma cuyos caracteres no existen para expresar las ideas…»

¡Selva a la vista! Casi sin darse cuenta se internan en la selva, numerosos caseríos, trampas de árboles que no les dejan avanzar, puentes imposibles de cruzar y hay que pasar por el río, con gran riesgo, algunas caballerías se pierden con el equipaje… su meta era Pampa Hermosa.

El Pueblo está de fiesta patronal. Ha venido un Padre a acompañarlos y hacer los bautizos; tienen Misa y hasta les ofrecen el trago de la fiesta… Al día siguiente dejan Pampa Hermosa y de nuevo subir y bajar por cerros y precipicios, hasta llegar ya a la selva o ceja de selva…

«…La nueva ruta es hermosa, el silencio es sepulcral, ni siquiera lo interrumpe el murmullo suave de las aguas. De vez en cuando llega a nosotros un fuerte silbido, que lo mismo puede ser de una boa como de cualquier otro animal…

Hace unos minutos que estamos viendo una caravana de indios que se aproximan en procesión… Han salido a nuestro encuentro… La caravana se divide en dos unos forman escoltas y otros cierran la marcha…

La caravana donde van los sacerdotes se encuentra dividido en cuarteles, cada cuartel está bajo la dependencia de un capataz al que los franciscanos llaman «teniente» para darle importancia y tienen un subalterno que comparte sus funciones de «sargento»… Las chozas ocultas entre palmeras y cocoteros no se divisan hasta que no se está frente a ellas… «

Llegaron a San Pedro, pasando las 5 de la tarde:

«Nueva Germania, hacienda de un alemán Augusto Hilser, el cual nos recibe con gran cortesía… allí están los famosos chuncos (hay que tratarlos de paisanos), nos miran con curiosidad igual que nosotros a ellos … Mis pies, el derecho sobre todo está mal y no puedo calzarme… A las siete el Padre Prefecto dice la misa y comulgamos.

El 27 de agosto salieron del Puerto Ocopa, lugar de tantas peripecias, están en el cruce de los ríos Ene con Pangoa; la etnia más numerosa son los campas.

Santa Rosa de los Piros es una de las misiones fundadas por los franciscanos que tuvieron que abandonar en 1881 por la maldad de los piros. Allí pernoctan en casa del portugués José Miranda, ausente; su mayordomo los atiende muy bien. En la casa hay muchos niños campas y que las misioneras se figuran que son comprados como esclavos; este escandaloso tráfico estaba prohibido con leyes severísimas, pero en aquellas lejanías no hay más ley que el dinero.

El día cuatro de septiembre a las 9 de la noche les avisa el popero que han llegado a Cumaria. El Prefecto Apostólico hace dos días que no se encontraba bien. Allí había un cuartel donde celebraron la misa.

A las diez de la noche se escucha la sirena «La Melita», lancha de Iquitos donde llega Fray Agustín López de Requena, saluda a las cuatro Franciscanas Misioneras de María y M. Dolores describe:

«¡Qué cara de pícaro tiene! ¡Pero también qué tipo más franciscano! ¡Qué pobreza respira todo su ser! Sus palabras de saludo no pueden ser más francas: ¿qué hacen ustedes pescando, mientras en Requena todos estamos desesperados porque ustedes lleguen?, ¡A la lancha ahorita mismo!…

Se inicia el viaje en lancha y al pasar por los diferentes caseríos todos son agasajados con el masato y sabrosas frutas. Cambia mucho el panorama aunque no los peligros de navegar en canoa pero ellas estaban cada vez más felices, todo parece olvidarse, hasta los pies de Hna. Dolores todavía ensangrentados y con fuertes dolores. El día 14 de setiembre llegaron a Contamana. Les toca decir adiós a todos los compañeros de viaje.

En la revista franciscana «Florecillas de San Antonio» (N» 95, nov. 1919) se lee que las hermanas Franciscanas Misioneras de María han hecho la nueva ruta soñada por los misioneros franciscanos: entrar al Oriente peruano por la vía de Concepción, Andamarca, Pangoa, Perené, Tambo y Ucayali. Ellas han comprobado exponiendo sus vidas, la vialidad de la ruta.

Ellas fueron las primeras religiosas que entran al departamento de Loreto, en la Selva norte, las segundas serían las Franciscanas del Niño Jesús en Pucallpa, a principios de 1928.

Por fin apareció el alba del último día de nuestra navegación por ese famoso río. Esta tarde llegaremos a Requena ¡qué raro nos parecerá encontrarnos en nuestra casa!

… El señor Muñoz nos avisa que tenemos a la vista Requena. La sirena de la Melita anuncia a todos los vientos nuestro arribo, al aproximarnos se descarga cuatro cañonazos a los que el pueblo contesta con disparo de fusil. Es una señal convenida con las lanchas. El P. Manuel Alcaina sube a lancha para ver cómo ha de hacerse la recepción. Corto el P. Alemany viene representando al P. Prefecto se le harán los honores debidos.

… Esperamos que se organice la procesión y desembarcamos, aproximadamente a las 2 p.m. descendemos por la escalerilla y allí está el P. Manuel con capa fluvial y le pone al P. Alemany una banda por la cintura con dos colgantes uno a cada lado. El tipo y la cara del padre alejándose, vestido como un nene, nos provoca risa, es imposible contenerla lo único que conseguimos es dominar las carcajadas.

… Toda la calle está adornada con arcos de triunfo, uno dice «Requena a su Pastor». Se detiene la comitiva y el Alcalde medio a tropezones, medio temblando lee un discurso. Otro gran cartelón colocado en otro arco dice: «Requena a sus Madres» Una joven se adelanta y comienza otro largo discurso que un aguacero torrencial le obliga a interrumpir. La procesión se deshace y todo el mundo entra en el templo.

… ¡Qué Iglesia! El pavimento es de tierra desnuda. Toda está construida de tablones: Alrededor unos troncos desvencijados parece una taberna más que una iglesia. El altar es bastante bonito en su sencillez; las estatuas de Jesús crucificado, la Inmaculada, San Antonio son preciosas, las han traído de Barcelona. El P. Manuel habla durante largo rato, la lluvia impide oír lo que dice. Acto seguido pasamos a visitar nuestra casa que ya está invadida de gente. Tomamos ponche y unas rosquillas que nos han preparado, saludamos a todos y poco a poco se retiran. La fiesta que nos han preparado se deja para mañana. Ya estamos pues en estas misiones.

¿Cuales son vuestros designios, Señor? No lo se. Mi petición al entrar en esta casa se resume en esto: ¡Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras! [cfr. Diario deM. Dolores. Teresa Cruz Burgui. Archivos de la Comunidad de Requena.]

Con estas últimas palabras es como M. Dolores cierra su diario de viaje. Aquí se descubre el secreto de su fe, valentía, buen humor y sobre todo su ardor misionero, de ella y de sus compañeras de camino. Es la entrega total a la que se consagraron para siempre lo que les hace comenzar de nuevo sin mirar hacia atrás. Las cuatro misioneras cumplieron la voluntad de Dios y el mandato de sus superioras. La casa-misión de Requena es una realidad. El Instituto, su carisma estaba sembrado más allá de los Andes, en la Selva norte del Perú.

Semilla en un surco abierto

Es la primera vez que la gente ve religiosas por lo que se comprende la extrañeza que les causa verlas. La casa es muy pobre, se instalan gracias a la amabilidad de las señoras de Lima que les regalan camas, sillas, un poco de vajilla.

Los cocamas, desde los primeros días, llaman a la puerta pidiendo que reciban a sus hijos. Pero hay que esperar un poco, ya que el local no está para albergarlos. La capilla no la encuentran adecuada para exponer al Santísimo. El 4 de octubre tienen ya esta alegría tan franciscana, alabar al Señor desde la naturaleza y en su santo templo.

La finalidad de esta fundación está bien definida: educación de la mujer, atención a los enfermos y evangelización.

El 31 de octubre de 1919 se abre el primer internado femenino en Loreto; se reciben jóvenes de los caseríos. La primera interna viene de una familia judía. Oficialmente comienza en 1921. Son unas veinte niñas. Al correr de los años aumenta el número de internas pues entran las normalistas y las alumnas de secundaria becadas. Es el único colegio de mujeres y secundario entre Pucallpa e Iquitos. La atención es a los más pobres, imposible pedirles pensión, más bien traen alimentos; por eso los Padres franciscanos se preocupan de la situación económica de las hermanas.

En 1924 Fray Francisco Irazola expone un plan a la Superiora local y le pide darlo a conocer a la Superiora General:

«Tomar posesión de 50 Has, en el terreno de la vecindad para cultivos y pastos para el ganado vacuno, colocar 20 cabezas de ganado. El terreno y los pastos pagarían las hermanas y el ganado lo pondría el Prefecto Apostólico» [Cfr. carta de Fray Francisco Irazola a la Superiora Local, 1927. Archivos Generales.]

En la carta anual de 1925 dice que el gobierno donaría al Instituto las 50 Has. de terreno y los franciscanos les darían las vacas. Para ayudarlas en la apremiante situación en que se encontraban, se efectúa una colecta en los templos de Lima.

En abril de 1920 comienza la escuela vocacional de mujeres con cincuenta alumnas. La educación sistemática se inicia el año siguiente con subvención estatal. Después de once años Fr. Nicolás Giner, Superior de la misión de Requena, solicita licencia definitiva para que la escuela primaria fuera además industrial. Se consigue por Resolución Ministerial 1002 del 25 de agosto de 1932. El Taller se abre en 1926 por motivos económicos; tiene una duración de treinta años. Con los ingresos se ayudaba a las jóvenes. Se dan clases de labores a jóvenes analfabetas. Desaparece poco a poco por la inconstancia de las alumnas y por la apertura del hogar.

El dispensario se crea al inicio de la fundación. En 1930 se cambia por las visitas a domicilio. En general no ha sido un apostolado organizado sino esporádico.

Desde 1920 toda la catequesis se realiza en el ámbito del convento. Durante esta etapa hay la preparación de los cocamas para los Sacramentos. Como Asociaciones funcionan: Las Hijas de María y la del Niño Jesús. Las hermanas además de vivir con gozo su inserción en Requena quieren ir más allá, pues venían a la casa personas de los caseríos cercanos, a pedir consejos y les invitan a ir a visitarles. M. de los Arcángeles relata:

«Muchas cosas tengo que contarle, pero comenzaré por decirle que continuamos bien. Los cocamas vienen de nuevo a la escuela por la mañana, hoy han venido ocho…

… El P. López me suplicó mucho que los domingos visitáramos algunos caseríos de los alrededores donde vive mucha gente y no tienen nadie que los instruya. Dice que él les avisaría y que cada domingo vendrían a buscarnos y traernos los indios en su canoa. Yo le manifesté que me gustaría mucho pero no me atrevía a decidir. A los pocos días llegó de Iquitos el P. Giner y el P. López le manifestó sus deseos y el P. Giner se entusiasmó mucho, aprobando plenamente la idea. Le dije no se qué diría la Madre Provincial y me respondió: ¿Para qué son ustedes misioneras» [Carta de M. Arcángeles a M. Provincial 27 de enero 1925. Archivos Provinciales].

Así comenzaron las visitas dominicales a los caseríos:

«Fuimos M. Prudentísima y yo. Veíamos muchas chozas y mucha gente en la ribera del río. Que alegría tan grande sentí viéndome en todo el ideal de mi vida misionera, también sentíamos miedo pues era la primera vez y no sabíamos cómo enseñaríamos, para quitarnos el miedo, ofrecía al Señor las oraciones de tantas novicias que suspiran por las misiones» [Ibidem].

Un nuevo surco, en la inmensidad amazónica, espera la semilla: Iquitos.