
Misioneros actuales
Franciscanos menores
Hnos. de la Salle
Hermanas terciarias franciscanas
Franciscanas Misioneras de María
Hno Juan Oliver
Hno Florencio Mínguez
Hno Antonio Soriano
Hno José Luis Coll
Hno Antonio José Zambrano
Hno Agustín López Pardo
Hno Juan Santamaría
Hno Nicolás Giner
Hno Valentín Uriarte
Hno Pascual Alegre
Hno José R. Palací
Hno Jesús Carballo
Hno Severino González
Hno Isidro Salvador
Hno Joaquín Monasterio
Hno Diego Feliz Blanco
Hno Joaquín Ferrer
Hno Francisco Fernández
Hno Vicente Palacios del Hoyo
Hno Faustino Zapico
Hno Francisco Pérez H
Hna Annelisse Permandinger
Hno Ramón Cobo
Hno Lorenzo García
Mons. Julio Ojeda
Hno. Pedro Barbero

Franciscanas Misioneras de María
Establecimiento de las Misioneras franciscanas de María en Requena
1. La atención a la mujer india
2. Las Franciscanas Misioneras de María
3. Llamada a las Misioneras para fundar en Requena
4. Las Misioneras Franciscanas en el Perú
5. La fundación de las Misioneras en Requena
6. La casa fundacional de las primeras monjas en la selva
7. La llegada de las Misioneras a Requena del Tapiche
8. Los primeros trabajos de las Misioneras en Requena
Bibliografía
José Luis del Río Sadornil.- «Labor misionera y cultural del P. Agustín López Pardo en la Amazonía Peruana: La fundación de Requena», volumen II
Departamento de Historia de América.
Facultad de Geografía e Historia
Universidad Complutense de Madrid
VIII. Las luchas del P. López después de haber fundado Requena
4. Establecimiento de las Misioneras franciscanas de María en Requena
1. La atención a la mujer india
La labor misionera de los Franciscanos establecidos en Requena y la influencia civilizadora y cultural que ejercían en sus contornos, amén de la acción pastoral que el Padre López llevaba a cabo con sus viajes misionales, estaba tomando proporciones gigantescas.
Como hombres que sólo buscaban el bien y la verdad, los misioneros, conscientes de las costumbres corrompidas de los blancos y ce la incapacidad e ignorancia de los indígenas infieles, vieron pronto los flancos desatendidos de su labor. Pero uno, sobre todos, se les presentaba especialmente difícil, por su condición religiosa y canónica: era preciso y urgente llegar a la familia del nativo, por el camino de la madre y la mujer. Tal fue la tesis que planteara el P. López.
Y ¿cómo cubrir tan amplio y delicado campo de acción sin correr algún riesgo o peligro? La realidad era que los misioneros, sin olvidar su condición humana, eran hombres consagrados y, por ende, solitarios y comprometidos con el testimonio evangélico del celibato.
La solución se encendería pronto, como una luz, en la mente de Fr. Agustín López: traer monjas misioneras, que asumieran la atención de esa parcela y dieran soluciones nuevas a las exigencias de la selva y las necesidades que allí presentaba la mujer, joven o adulta, de cara a su evangelización, su promoción y su progreso.
Y ¿no sería una locura soñar con traer monjas, con sus Reglas y costumbres, hasta el infierno verde de la Selva? Y, por otro lado, ¿de dónde?, ¿por qué caminos? La Selva seguía siendo infranqueable para quien no tuviera espíritu aventurero, incluso en el siglo XX, y cualquiera de sus rutas se guía siendo arriesgada y peligrosa. Toda ella seguía siendo una maraña de bosques y de ríos, con peligro permanente de las fieras y de las tribus salvajes, que acechaban con sus flechas con «curare» y sus ansias de robar mujeres blancas.
Pero el P. López ya lo había decidido y las dificultades sólo iban a afirmar aún más la decisión tomada. Así lo expresa un bello libro que, en mi búsqueda, cayó en mis manos:
«¿No será un bello sueño, aunque imposible…?. Pero el P. Agustín López es un hombre de corazón grande, inteligente, y piensa que también habrá misioneras con capacidad de lanzarse por Dios, a la aventura más difícil y arriesgada» (LAORDEN. PILAR, No hay amor más grande. Lima 1982, p.183.)
2. Las Franciscanas Misioneras de María
El 21 de mayo de 1830, en la vieja ciudad ducal de la Bretaña francesa, Nantes, veía la luz Héléne Marie Philipine. Su familia, de profunda convicción cristiana, provenía de un antiguo y noble tronco.
En 1854, Héléne Maríe decide consagrarse a Dios, pero la temprana muerte de su madre Sophie Galbaud du Fort la obliga a retardar esta decisión, y seis años después, ingresaba en el Convento de las Clarisas. La salud la impediría, acaso providencialmente, proseguir el camino que había comenzado, por el que llegó hasta las Misiones de la India.
En 1877, y con el nuevo nombre de María de la Pasión, emprende una aventura: la de fundar el Instituto de Franciscanas Misioneras Hijas de María. Su misión van a ser leproserías, hospitales, guarderías, talleres, colegios, asilos, y demás obras en esa línea.
Las fundaciones se irán sucediendo y hasta multiplicando. Su primera fundación en España y la última de la Fundadora, como la de Santa Teresa, fue en Burgos, en el año de 1904. Los comienzos de las Misioneras en Burgos, las «monjas del zapatito» como serán conocidas más tarde en la ciudad, serán con un taller de bordados, para formar jóvenes en la vida cristiana y en el trabajo. Y allí llegará destinado poco tiempo después, como su Capellán, el Rvdo. Félix López, sobrino del P. Agustín y providencial mediador en las gestiones del Misionero, para llevar Franciscanas Misioneras a las Selvas Amazónicas del Perú, y a Requena.
Cuando en el mismo año de la fundación burgalesa, moría la Fundadora en San Remo de Italia, casi 3.000 Religiosas Misioneras se ocupaban en el mundo del trabajo y en el de la propagación del Evangelio. Pero las primeras monjas que van a pisar las Selvas de la Amazonía con la función específica de Misioneras serán las cuatro fundadoras de la Casa de Requena.
3. Llamada a las Misioneras para fundar en Requena
1. Lanza la idea el P. Agustín López
En su «Diario», escribía de sí mismo el P. Agustín: «Ya a fines de 1908, consultaba el P. López al R.P. D Aurillac, sobre las Madres Misioneras, consulta a la que contestaba dicho Padre desde Olite (España), el 7 de febrero de 1909, cambiándose algunas otras cartas»(APDL, id., dol. 8; DOC. nº 126, p. 126.). Repárese en que apenas se había cumplido un año de la Fundación oficial de Requena cuando ya el P. Agustín había madurado la idea e iniciaba las gestiones pertinentes.
El P. Raphael d’Aurillac, o.f.m., era el Consultor de la Congregación o Instituto de las Hermanas Misioneras Franciscanas Hijas de María, filial de la Orden de San Francisco y específicamente misionero, y cuyo nombre y dirección habían sido dados al P. Agustín, por su sobrino, el Rvdo. Félix López, entonces Sacramento Mayor de la S.I.M.C. de Burgos y Capellán de las Monjas del «zapatito», como se conocía ya a la Congregación en Burgos.
Pronto se entabló una correspondencia interesante, entre el P. López y el P. Aurillac, de la que se guarda alguna muestra en los Archivos de la Casa Generalicia del Instituto de las Misioneras de María, en Grotta Ferrata de Roma.
El 9 de setiembre de 1912, llegaba Requena el nuevo Prefecto Apostólico, P. Bernardo Irastorza. Los problemas de la Misión de Requena en materia de personal eran los más urgentes, y así se lo hizo ver el P. López. Y aunque la solución de enviar a Europa al F. Leonardo Díaz fracasara en su objetivo principal, sí facilitó la oportunidad y la ocasión de establecer nuevos contactos que pronto darán sus frutos.
Concluía el año de 1913. El P. López apenas regresado de su estancia con los Remos, inició la surcada a Contamana.
«El 10 de enero de 1914 estaba en Contamana. Sabiendo que venía el nuevo Prefecto Apostólico, Rmo. P. Francisco Irazola, (el P. Irastorza había renunciado), esperó su llegada, que fue el 3 de febrero. El 6 expuse por vez primera al Rmo P. Prefecto la necesidad de Madres Misioneras»(Idem, id.). Y a parir de este momento, si bien es cierto que el nuevo Prefecto no acogió con entusiasmo la propuesta del P. López, las solicitudes de Misioneras a Roma, tendrán ya el carácter de oficiales.
2. La correspondencia epistolar
La primera carta de la que se guarda constancia en los Archivos de Grotta Ferrata, de Roma, es la que dirige el P. Agustín López al P. Raphael d’Aurillac, con fecha del 12 de abril de 1910 (AGMF/R, Casas de América – Perú. 1910; DOC. nº 87, p. 84.)
Está dirigida a Friburgo, en Suiza, donde debía encontrarse entonces el P. d’Aurillac, y va escrita en francés. El P. López comienza excusando su tardanza en contestar a su corresponsal «parce que je me trouvais en tournée depuis le mois de septembre pasé, et je viens d’arriver á notre residence de Requena (…). Tous ici, missionnaires et population, nous désirons poséder les Soers Missionnaires de Marie», espetaba el P. López de inmediato, para pasar luego a explayarse en la información que le fuera solicitada en la carta a la que contesta.
2.1. Información del P. López sobre la situación de la Misión
Interesantísima la visión que el fundador de Requena da de su Misión: en Requena, viene a decir, la población está integrada por la alta sociedad, el pueblo y los indios. El número de almas de su radio de acción podía alcanzar los treinta mil, sin contar los infieles, por lo que era preciso emplear casi si ocho meses al año, para poder visitar a todas las familias a su cargo, diseminadas en torno al medio y bajo Ucayali, y en el Tapiche, que «a été trés longtemps abandonné».
«Cuando yo llegué a fundar nuestra Misión hace seis años, – traducimos del francés -, me encontré el reino de la impiedad y de la corrupción establecidos. Los indios conservaban algún resto de moral dejada por los antiguos misioneros y hoy, casi toda la población está casada, la familia reconstruida, y los indios instruidos en sus deberes y derechos» (Idem, id, p. 84).
«Nous sommes regus partout trés bien», escribía el P. López con satisfacción.
«Mais il nous reste une grand lacune á remplir un grand probléme a resoudre, motif pour lequelle nous nous trouvons insufisents. C’ést la regeneration de la femme, de la mére de famille, de qui nous ne pouvons nous approcher sans milles inconvenients. Tant que nous n’aurons pas gagné le coeur de l’épouse et de la mére á Jésuchrist, nous n’aurons rien, absolument rien fut. Et commencent nous introduir dans la famille dans les circonstances de corruption de cette société, seulement la femme peut regenerer la femme» (6). Son los incuestionables principios de su razonamiento en favor de la necesidad de contar en Requena con las monjas misioneras, por lo que apostilla al Director de su Instituto: «Seulement ses Dames pourraient étre reçues avec garantie dans la famille, y introduir les sentiments religieux. C’est pourqoi nous avons pensé aux religieuses».
Mediada la carta, y después de enumerar algunas condiciones concretas que habrán de reunir las monjas elegidas, discurre el informe del P. López sobre las condiciones tropicales de Requena, a 4,5º de latitud, entre 37º a 40º de temperatura en todo el año, pero con un clima relativamente sano.
2.2. Las condiciones que han de cumplir las monjas Misioneras
Y sigue apuntalando el P. López sus firmes razonamientos, hasta afirmar con plena convicción que las monjas podrían llegar a ser «más misioneras que nosotros mismos». Por ello les pide una vida interior a toda prueba, con la disposición de estar dispuestas a sufrir y a tener sed de la cruz de Jesucristo, porque «souffrences morales, souffrences phisiques, rien ne sera épargné».
Fray Agustín López era un hombre de Castilla directo y sincero, por lo que no duda en afirmarse en la verdad de lo que dice: «Hago todo esto presente a fin de que no se me pueda acusar de superchería» y prosigue con dureza y hasta aparente falta de humanidad: «Nous ne pouvons prometre que la croix de Jésu-Christ, beaucoup plus sanglante que’en Chine et en aucun pays du monde (Idem, id, p. 85). Más claro, el agua, puede ser comentario.
Enumera después el P. López algunas condiciones más precisas: la primera, que las misioneras, a ser posible, fueran española, lo que se explica por las afinidades culturales, y en particular, la del idioma.
Será preciso, en segundo lugar, que las religiosas puedan impartir la educación más completa a la alta sociedad: música, dibujo, bordado, etc., es decir, todo cuanto debe saber una señora de clase elevada y una perfecta ama de casa.
En tercer lugar, se precisan religiosas que den clases a las hijas del pueblo, y a las niñas de los indios.
Se necesitarán también, en cuarto lugar, religiosas maduras, que puedan visitar frecuentemente a las familias de las tres clases sociales existentes por entonces en Requena: los blancos, los mestizos y los indios. Dichas religiosas deberán tener algunos conocimientos de medicina. Y una aclaración interesante: los blancos deberán pagar la pensión de sus hijas; los indios, no (Idem, id.).
2.3. Las condiciones materiales con que se ha de subvenir la fundación
El López, haciendo otra vez gala de un estilo directo que refleja su personalidad de sincero mesetario, se dirige al P. d’Aurillac de esta manera; «Maintenant á notre tour nous suplions sa paternité de vouloir bien nous indiquer sans detour et aux plutót, combien de capital nous devons envoyer pour que les seurs missionnaires achetent en Europe le mobilier necesaire, utensiles de menage et d’école, etc., pour leur voyage et pour le commencement de leur instalation» (Idem, id.).
Luego, le promete atender todos los primeros gastos que se presenten a la llegada de las monjas «bien que le plus économicament par ce que nous sommes pauvres, mais le mieux possible». Y el P. López expresa su confianza en las misioneras quienes, espera, se bastarán superabundantemente, sobre todo, una vez que se hayan establecido y sean conocidas.
Y la satisfacción que siente al pensar que pronto contará con ellas, le lleva a considerar con legítimo orgullo la realidad de su llegada: las primeras religiosas que pisarán las selvas de la Amazonía, después de transcurridos cuatro siglos largos desde su descubrimiento.
«Car se sont les premieres religieuses qu’on aura jamais vu dans ce pays. Car, ni dans les capitales des Amazazonnes peruviennes, il na jamais existé un couvent de religieuses».
Finalmente, el P. Agustín ruega con la máxima cortesía al Superior de las Misioneras, se digne responderle en el más breve plazo «y lo más detalladamente posible toda las condiciones que exigen las Hermanas Misioneras». A él le correspondería después presentarlas a su Superior religioso, el Prefecto de Misiones, y los presupuestos a la autoridad civil de la Provincia y del Departamento.
Y con una afectuosa y humilde despedida, cierra el P. Agustín esta carta, que es un ejemplo tanto de su celo misionero, como de una envidiable claridad de ideas. Hay un ruego final, en forma de postdata, en el que se aprecia otra de todas las actividades del F. López como era todo para todos y siempre trabajaba para el pueblo, no olvidaba los gestos que hoy entendemos de verdadera democracia y por eso ruega a su destinatario que, a ser posible, le conteste en español, «para poder leer la carta al pueblo».
2.4. Nueva carta del P. López, reiterando la petición de condiciones económicas
No debió tener respuesta el F. Agustín López del P. D’Aurillac, a su anterior carta, fechada en Requena, a 1 de abril de 1910. Por lo que el 18 de diciembre del mismo año, vuelve a escribir, esta vez a Roma, en donde ya se encontraba el Director de las monjas Misioneras (Idem, id, Requena, 18 – 12 – 1910; DOC. nº 93, p. 89.).
«C’est avec impatience que nous attendons une réponse á la lettre que envoyames á votre paternité aux mois d’Avril dernier».
El objeto de la carta se contiene en el deseo del misionero por conocer la cantidad de dinero que tendrá que reunir, para la instalación en Requena de las Hermanas Misioneras, y al mismo tiempo, aclarar al Consultor de la Congregación la verdadera razón por la que se solicita la venida de las monjas:
«pour faire l’école aux jeunnes indiennes, le catechisme au sexe feminin et, en méme temps, la visite aux malades, etc., en un mot pour un travail complet de missionnaire auprés de la femme».
Reitera después el P. López con suma cordialidad y cortesía una pronta respuesta, para poder llevar a cabo por su parte, las diligencias necesarias cerca de los superiores eclesiásticos y de la autoridad civil, así como la petición que en su anterior, hacia en la postdata, de que la respuesta viniera en castellano, esta vez «par ce que le traducteur rentre sous pour chez les tribus». Y para la mayor rapidez en el correo, pone el P. López en su remite «Vía Manaos, por Iquitos, Perú».
2.5. La petición oficial del Prefecto de Misiones
La surcada del P. Agustín a Contamana, a donde esperó casi un mes al nuevo Prefecto Apostólico, P. Irazola, para poder finalmente, exponerle sus proyectos, consiguió dos cosas: una, su convencimiento de la necesidad urgente de la llegada de las Misioneras a la Selva, y concretamente, a Requena; y dos, algo de lo que el P. López, como todos los misioneros de la Prefectura adolecían, un nuevo camino al Oriente, por la vía de Pangoa y de Satipo.
Ambas empresas tuvieron realidad con el paso del tiempo, si bien por caminos un tanto dispares en la forma y en el tiempo. La venida de Misioneras a Requena, no había convencido en un principio al P. Irazola el cual, como otros muchos pensaba que otros lugares podrían acoger su llegada con más medios y con mejores frutos: Orellana, Contamana, Pucallpa, etc. Pero la decisión y la seguridad que el P. López le ofrecía, tras larga y persistente insistencia, decidieron al Prefecto a cursar oficialmente su Petición a Roma, cosa que al fin decidió hacer desde Lima el 29 de junio de 1914 (Idem, id, Lima, 29 – 6 – 1914; DOC. nº 102, p. 98.).
Su carta está fechada en la Capital del Estado, a donde, entre otros asuntos, le llevaba el de visitar la Residencia que la Congregación de Misioneras había fundado en Barranco hacía muy poco, y consultar allí sobre el proyecto de Requena.
El P. Juan José Derock, que era entonces superior Eclesiástico de la Comunidad, fue quien le atendió y quien como se expresa en la carta del Prefecto, le dirigió al P. D’Aurillac, residente ya en Grotta Ferrata, de Roma.
«A los primeros del año próximo pasado, la Santa Sede tuvo a bien elegirme Prefecto Apostólico de la Prefectura Apostólica de San Francisco del Ucayali, y en mi visita a las Misiones que tenemos en la región de este caudaloso río, los RR. PP. Misioneros me manifestaron la suma necesidad de las Madres Misioneras Franciscanas, para educar en la religión y en las letras a las niñas, y a los padres de los bautizados, tanto blancos como infieles» (Idem, id.).
No omite el Prefecto aludir en su carta a la recomendación del P. Derock, quien por sí mismo le ha instado para que tome interés por lla instalación de las Madres en el Ucayali y hasta le ha pedido «que suplique a S. P., como Director de ellas, que envíe una comisión de las mncionadas Madres, a la región del Ucayali, por la vía Pará-amazonas e Iquitos, a estudiar a establecer el punto y bases de su instalación».
La carta del P. Irazola concluye, dirigiendo la respuesta directamente ya al P. Agustín López y que sea con la anticipación necesaria. «para que a la fecha conveniente, salga a Iquitos y secunde a llevar a feliz término la Misión de las Madres». Y el remitente suscribe la dirección en Requena del P. Agustín López, como a destinatario de la respuesta deseada.
El P. Prefecto que por la insistencia del P. López, conocía ya algunas de las posibilidades apostólicas en las que se podían ocupar las religiosas, adelanta como importante sugerencia el hecho de que «altas personalidades de Iquitos desean tener Madres que se encarguen del Hospital y de formar un Colegio de educación religiosa, y piden datos de las Madres Misioneras Franciscanas». Con el tiempo y el apoyo moral y práctico que el P. Agustín dará a esta Congregación, las Madres de Requena, convertirán en realidad esta fundación de Iquitos.
4. Las Misioneras Franciscanas en el Perú
En «Notre Histoire. Chronique Génerale de l’Institut des Franciscaines Missionnaires de Marie» ( Idem, Notre histoire. Chronique Génerále de l’Institut des Franciscaines Missionnaires de Marie, 1915-1920, Tom. VIII, pp. 133-138.; DOC. nº 103, pp. 99-101.), se recogen páginas de gran interés, y que avalan cantidad nuestra tesis acerca de la labor Misionera y cultural del P. Agustín López en Requena, y en toda la Amazonía Peruana. Espiguemos lo de mayor importancia.
4.1. Establecimiento de la Congregación de Misioneras en el Oriente Peruano
Según «Chronique Génerale de l’Institut des Franciscaines Missionnaires de Marie» (Idem, id., p. 13.), el Instituto tenía ya en el 1919 tres Casas en el Perú: Arequipa, Cuzco y Barranco. Las tres en centros de civilización avanzada, mientras que la fundación que se proyectaba en Requena respondía al tipo de misiones peligrosas y alejadas, para las que su Fundadora jamás manifestó temor de enviar sus monjas a ellas.
Se trataba, en efecto, de una fundación en plena Amazonia, y prosigue la Crónica, «le Pére López ne donnait pas de cette mission un tablean trop encourageant». Y a continuación cita literalmente un largo párrafo de la carta que el misionero dirigió al F. Raphael d’Aurillac el 12 de abril de 1910 (Idem, Casas de América – Perú, 1910, Requena, 12 – 4 – 1910. DOC. nº 87, p. 85.), y que se refiere a la misión y condiciones que se exigirían a las monjas misioneras en Requena.
A esta petición, la Madre General, Mª de la Redención, no pudo dar respuesta inmediata, porque se preparaban va otras Fundaciones en el Perú: la de Arequipa en el 1911, de Cuzco en el 1913, y la Madre Mª del Precursor, que luchaba con las dificultades fundacionales en Arequipa, no podía trasladarse el Ucayali, para conocer las condiciones de otra nueva fundación.
Cuando la Madre Provincial Mª Pierre de Jésus hizo su primera Visita canónica al Perú (Idem, Notre Histoire, etc VIII, p. 134; DOC. nº 10.), consideró más razonable consolidar las Casas ya establecidas, y ya no se habló más del Ucayali, hasta la carta del Prefecto Apostólico de Misiones.
4.2. La respuesta fundacional afirmativa de la Madre General
El P. Izaguirre, en su Historia de las Misiones Franciscanas (IZAGUIRRE, id XII, p. 352.), relata que en mayo de 1915, se celebraba el Capítulo General de la Congregación de Misioneras, al que le correspondió asistir a él en calidad de Consultor, de reciente nombramiento (AGMF/R, Notre Histoire,, etc. p. 135; DOC. nº 103, p. 99). A esta importante Asamblea llevó el encargo que había recibido en el Perú, del P. Agustín López y el Prefecto de Misiones, y del que el P. Raphaël d’Aurillac era el portavoz oficial.
Muy favorable acogida debió tener su petición entre las Madres Capitulares, y tanto agradó a la Superiora General pensar que sus monjas llegaran a misionar hasta lo más intrincado de las selvas amazónicas, que no pudo menos de contestar ilusionada que, si no era posible entonces, una vez acabada la Guerra Mundial que entonces asolaba el Viejo Continente, sus monjas acudirían a la Selva.
«Le T. R. Pére Raphaël ma communiqué la demande que vous avez eu la bonté de lui faire d’une fundation de notre Institut dans votre Préfecture Apostolique. Avec une gran de joie, nous irions travailler pour vous chers Indiens du Perou si le bon Dieu nous le permet… La Mére Vicaire Provinciale qui réside une partie de ‘lannée au Perou, pourrait s’entendre avec vous, por aller voir le lieu de la future fondation. Je vais la prévenir de votre désir, T. R. Pére et elle attendra vos instrug! tions pour le voyaje et la saison la plus favorable.
«A cause de la Guerre qui immobilise une bonne partie de notre personnel d’Europe, je ne pourrait pas tot de suite faire la fondation, mais je crois comprendre que vous nous laisserez tout le temps voulu, pour préparer vous méme l’instalation. Quant aux conditions matérialles de la fondation, auriez-vous la bonté de les expliquer á la Mére» (Idem, id., p. 136; DOC, nº 103, p. 100.). La carta iba dirigida al P. Francisco Irazola, como Prefecto Apostólico del Ucayali y, en efecto, las abnegadas religiosas estaban ocupadas por entonces, en puestos sanitarios de urgencia, en los campos de combate.
En el 1917, moría la Madre Mª de la Redemption y, hasta finalizar el 1918, no terminaría la Primera Conflagración Mundial. Sin embargo, las peticiones llegadas del Perú se hacían cada vez más insistentes y angustiosas.
Con fecha 9 de marzo de 1918 la Madre M. del Precursor escribía a la M. Antonia:
«Del Ucayali llegan cartas de las que traspasan el corazón. Se nos quiere allí sin casi conocernos y fundan en nosotros tales expectativas que temen que nuestro retraso influya desfavorablemente sobre la gente. Cuentan ya con soles suficientes (10.000 Frs.) preparados para el viaje y la instalación provisional de nuestra casa. Una tala de cedros y el trabajo desinteresado de los obreros harán posible la instalación de los locales necesarios para poder recibir de nosotros la educación cristiana de sus hijos…» (Idem, id.)
4.3. Las primeras Madres Misioneras en la Selva Peruana
El Instituto de las Misioneras Franciscanas Hijas de María ya lo había decidido. Y en la correspondencia de los Superiores Mayores, se daba ya por inminente la fundación en la Amazonía y concretamente en Requena. Faltaba encontrar y designar las monjas fundadoras.
El Armisticio había liberado a numerosas religiosas que trabajaban en los hospitales y puestos de urgencia de los campos de batalla. Un importante refuerzo de estas religiosas fue enviado a América del Sur, algunas de las cuales iban destinadas al reemplazo de las que fueran elegidas para fundar en la Misión de Requena, «car il convenait de n’envoyer lábas que des religieuses déjá habituées au climat et prétes au sacrifice, comme l’avait dit le Pére Agustin López dans sa premiére lettre» (Idem, id; DOC. nº 103, p. 101).
Abundando sobre el tema la Crónica de la Congregación (Idem, id.; DOC. nº 103, p. 99.), hace algunas consideraciones acerca de la naturaleza propia de las misiones en estas regiones de América, en las que, si no faltaron mártires «il fallait déplorer parmi les chrétiens une morale reáchée, la faute en était plus souvent á l’atavisme de moeurs vicieuses qu’á une ignorance de la vraie doctrine chrétienne, et aussi malheureusement á l’exemple trop souvent donné par les colons européens». Se trataba, por tanto, menos de un trabajo de conversión que de un trabajo de educación y formación. «Les rencontres que les Soeurs feront au long de leur voyage les áclaireront sur la mission qui les attend á Requena» ( Idem).
Desde España, mientras tanto y desde la tierra burgalesa de Fray Agustín López, el Rvdo Félix López, su sobrino, ponía su granito de arena en la gran empresa, y con su aliento, consigue que dos de las monjas del «zapatito», de Burgos se ofrezcan a misionar en el Perú (AYALA. MANUEL, Biografía del M.R.P. Agustín López Pardo. Promanuscrito, Burgos 1971, fol, 18.), y partan, camino de Barcelona, embarcando allí rumbo a aquel mundo desconocido. Llegadas al Perú, harían espera impaciente en Arequipa durante un año, hasta recibir el destino definitivo con otras dos compañeras, venidas de Argentina.
Muchos años después, conocido el fallecimiento en Lima y en la Casa de Barranco, de la Madre Dolores Burgui, fundadora y primera Superiora de Requena, Mons. Buenaventura L. de Uriarte, Vicario Apostólico del Ucayali, publicaba una Carta Pastoral con tal motivo, de la que entresacamos este párrafo:
«Uno acontecimiento que marca la Historia de Requema, es el establecimiento de las Religiosas Franciscanas en el año de 1919. Estas monjas Misioneras de María, fueron cuatro: La Madre Dolores, Superiora, Sor Auxiliatrice, Sor Encarnación y Sor Rosario. Ellas fueron las primeras religiosas que se establecieron en el Ucayali» (Cfr. URIARTE. MONS. B. L. DE, Carta Pastoral sobre la muerte de la Madre Dolores Burgui. San Ramón, 1947.).
La Madre Dolores Burgui y Sor Auxiliatrice venían de la Argentina. La primera ejercía la docencia en Mar del Plata y fue destinada a Requena como Superiora. Las otras dos, apenas hacía un año que habían llegado de España: eran las burgalesas del «zapatito» que el Rvdo. Félix López había para la causa misionera de su tío.
5. La fundación de las Misioneras en Requena
5.1. La preparación remota que fue haciendo el P. López
El realismo con que acompañaba a todos sus proyectos el P. Agustín López, no faltó con ocasión de la venida de las Misioneras a Requena. Si en un momento se consigna en la Crónica General de la Congregación que «on nous désirait tallement sans nous connaítre, on fonde sur nous tels spoirs qui’il craint que le retard considérable apporté a la fondation n’influe d’une maniére désavantageuse sur les esprits», podremos suponer que existía expectación con relación a la llegada de las Madres a Requena.
En el Diario del misionero leemos: «El establecimiento de las Misioneras en el Ucayali, había sido acogido en Roma por los Superiores muy favorablemente» (APDL, Lo que era Requena, etc. A/11 fol. 9; DOC. nº 128, p. 128.). Pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que todo fue fácil preparando la venida.
El 25 de noviembre de 1916, el P. López llegaba a Contamana, y el 3 de diciembre publicaba un artículo en «La Voz del Ucayali», rebatiendo otro escrito de un tal Juan Ubillos, en que se declaraba contrario a la venida de las Madres. «La réplica fue tan eficaz, que no se volvió a oír hablar más contra ellas» (Idem, p. 129.). Dos días más tarde, dejaba Contamana para hacer la visita del río, portando oficios del Subprefecto, para los Gobernadores, recomendando el asunto de las Madres, por orden de la Prefectura.
El 17 de mayo de 1917, el P. López, «bogando toda la noche, llegué a Iquitos en canoa, asistiendo por vez primera en mi vida, a una representación que se dio en el Teatro, a favor de las Madres» (Idem, id.). Se trataba de una discreta campaña que, a la vez que iba creando un ambiente favorable, permitía ir reuniendo fondos, para afrontar los primeros gastos que se fueran presentando, en relación a la venida de las monjas Misioneras.
5.2. Preparativos inmediatos
El 7 de setiembre, recibía Fr. Agustín en Requena, una carta del P. Prefecto de Misiones en la que le anunciaba que las Madres llegarían en Julio de 1918.
Como hasta entonces, no se había determinado el lugar en que habían de establecerse en el pueblo, ni se conocía nada concreto sobre la fecha de su1legada, ni siquiera se sabía si positivamente vendrían, no se había hecho nada; tan sólo, propaganda sobre la utilidad y conveniencia de su venida. «Recibida la carta, fue preciso hacer algo concreto». Y el P. López pragmático, apostilla: «Activé la obra» (Idem, id.)
Tres días después, el 10 de setiembre se reunía el pueblo en asamblea y por inspiración del P. López, allí queda constituido el «Comité Pro-Educación femenina» del Oriente Peruano, cuyo objetivo principal iba a ser recoger fondos y construir los edificios necesarios para la venida de las Madres.
Y aquí comienza la maratón de esfuerzos y actividades del P. Agustín, a fin de que en la llegada de las Madres todo estuviera previsto y todas las expectativas se hicieran realidades. Su propia narración en primera persona, es un documento de valor inigualable:
«El 19 embarqué para Lima, a verme con el P. Prefecto, a fin de señalar el lugar y la manera y forma de llevar a cabo las obras. El 20 de diciembre llegamos a Lima. El 22 presentamos al Señor Mavila una solicitud sobre Orellana. Al hablarle del proyecto, nos dijo: Para Orellana lo que quieran, cuenten conmigo; y si es para Requena nada, les haré la guerra. Como yo conocía a dicho Señor, dije al P. Prefecto: «Vamos solicitando para Requena, que de allí respondo yo. Si él nos consigue para Orellana, tanto mejor, habrá en dos sitios». Así lo hicimos; solicitamos del Ministro el terreno de la inalámbrica, que acababan de sacar de Requena. Este se consiguió. Del Señor Mavila esperamos la respuesta.
«El 4 de enero, salí de Lima, y llegué a Requena el 31 del mismo mes. El 5 de febrero volví a surcar para la visita, estando de regreso el 17 de mayo. Reunido el «Comité pro Educación», y tomadas algunas disposiciones, bajé a Iquitos. El 24 de junio, el Sr. Caballero da una función en la Alhambra a favor de las Madres. El 2 de julio, surqué desde Puritania con madera, y el 5 se iniciaron los trabajos para la Casa de las Madres. Desde ese día, todo ha sido trabajo y movimiento, tanto del P. Manuel Alcaina, que dirigía incansable las obras y la Escuela, como de mí, que anduve sin descanso día y noche, recogiendo limosnas y materiales, para que no se paralizase la obra y tenerla lista a la llegada de las Madres» (Idem, id.).
6. La casa fundacional de las primeras monjas en la selva
1. El viaje de las Misioneras hasta llegar a Requena. De Lima a Cumaría.
Cuatro monjas fueran las elegidas para romper la virginidad de las selvas de la Amazonía en la actividad misionera de las congregaciones religiosas católicas femeninas la Madre Dolores Burgui y las Hermanas Auxiliatrice, Rosario y Encarnación.
Llegada de Arequipa la Madre Dolores Burgui, que iba a ser la Superiora de aquel grupo fundador, Lima fue el primer punto de encuentro de la comunidad completa. Allí las esperaba el Prefecto de Misiones, P. Francisco Irazola, acompañado de su Secretario, P. Buenaventura L. de Uriarte.
Organizada la expedición, ésta partirá hasta Huancayo por el ferrocarril que sigue la Vía Concepción, «la más amplia, la más linda y la más alegre de la Sierra» (WIENER, Le Perou, p. 251.). Vendrían luego, las estribaciones de los Andes, y hasta llegar a Ocopa, harán falta algunas horas a hombros de las cabalgaduras.
La estancia en Ocopa sería breve, pero lo suficientemente amplia como para poder tomar un pequeño descanso «con todo ese quieto silencio de sus jardines, sus claustros, y el perfil bizantino de su cúpula» (ANGRAND. LEONCE, Imagen del Perú en el siglo XIX, Lima 1972, p. 2l.).
1.1. El Diario de la Madre Dolores Burgui
Dos trabajos, uno inédito, el Diario que escribiera una de las protagonistas del viaje, la Madre Dolores Burgui, que en calidad de Superiora, presidía a las monjas expedicionarias (AMF/BL, Diario íntimo de la Madre Dolores Burgui, C/Requena, 1948, s/p.), y los «Annales Franciscaines Missionaires de Marie. A travers les Andes» (AMF/BL, Annales Franciscainnes Missionnaires de Marie. A travers les Andes. Enero 1921, pp. 21 y ss.), nos van a guiar en el difícil y peligroso peregrinar de las Misioneras a través de las selvas del Ucayali, camino de Requena.
La primera noche la pasarán en las chozas de pastores que pueblan el lugar de Macatuna. La jornada siguiente 12 de agosto, ya será más dura: ascenderán hasta los 5.000 ms. de altura, con nieve y sin horizonte alguno en el camino. La tercera jornada comenzará a las seis de la madrugada, pero esta vez con las ropas mojadas y pegadas al los cuerpos. La mula de Sor Rosario, se espanta y lanza al vacío a la jinete. «¡Es un milagro que no se haya matado!» (AMF/BL, Diario íntimo, etc. fol. 4.).
La jornada del 14 discurrió entre los más bellos panoramas y los más profundos precipicios, hasta la hacienda de Rumatullo. El descanso será confortable, porque al día siguiente, el camino iba a discurrir entre las nieves perpetuas de los Andes. Los lugares de descanso vuelven a ser las chozas de pastores, a cual más peligrosas y arriesgadas. Cuando atardecía el 16, llegaban a Pampa Hermosa.
Mediada la mañana del día 18, la expedición enfila el camino de la Selva, que los Misioneros Franciscanos acaban de abrir desde el río Tambo, del que el P. Francisco Irazola, cabeza de expedición, había sido el protagonista ( ORTIZ, Pucallpa y el Ucayali, etc. II, p. 5.).
1.2. Los encuentros con los indios
Cuando la expedición había alcanzado la Selva, todo empezaba a ser distinto. Algunas personas que estaban avisadas, los esperaban, y blancos e indios, se acercaban a saludarlos (AMF/BL, Diario íntimo, etc, fol. 12.).
Tras pasar cuatro jornadas descansando en Satipo en espera del equipaje, que viene retrasado, el 25 reanudan la partida, para llegar el 26 a Puerto Ocopa. Allí se dejan las mulas y, en adelante el viaje será por las vías fluviales.
El 27 de agosto arrancaban de Puerto Ocopa, en una flota que integraban siete canoas. La principal lleva el motor de aceite, flanqueada con troncos a los lados, y con toldo para defender del sol a los pasajeros. Los expedicionarios alcanzan el número de 45, ya que se han unido varios indios bien armados para proteger a las viajeros de los ataques ce otros salvajes que inundan la zona del paso.
El 2 de septiembre seguía la marcha entre sobresaltos y peligros: primero las corrientes y palizadas en el río; y luego, los intentos de ataque por parte de los indios de la zona: los Piros.
«Seguramente, al ver tantos hombres armados y vigilantes toda la noche, impresionó a los Piros, y no han aparecido. Pero como tienen la costumbre de atacar en la madrugada, el P. Prefecto da la voz de ¡alto!, a las tres. Empezamos los preparativos para salir, pues el Padre tiene prisa por llegar al puesto militar de Cumaría, que aún está lejos. Además, por aquí no hay trazas de lugares civilizados y la amenaza de indios Piros, es continua» (Idem, id., fol. 18.).
Por fin, el 7 de septiembre, arriba al puerto de Cumaría, un pequeño vapor que, desde Iquitos hace la surcada del río, hasta el puesto militar: es La Melita, y en ella un viajero importante y esperado: Fray Agustín López.
2. De Cumaría Requena con el P. López
2.1. El encuentro con el P. Agustín
El día 1º de agosto del 1919, se recibió en Requena un inalambrama, anunciando la salida de Ocopa de la expedición de las Madres, con el P. Prefecto a la cabeza.
Y, como en todos los momentos importantes de su vida y de Requena, el P. López lo reflejaba escuetamente en su Diario, añadiendo a la noticia:
«El 17, reunión del pueblo, para acordar el recibimiento que se les haría. El 25, embarqué con Benito Aspajo en La Melita, para salirles al encuentro. El 7 de setiembre, llegamos a Cumaría, donde ya habían llegado las Madres» (APDL, Lo que era Requena, etc. A/11, fol. 10; DOC. nº 130, p. 130.).
La Madre Dolores Burgui recoge esta circunstancia y con ella, la anécdota más sabrosa y expresiva sobre el P. López, al describir el impacto que ya en el primer encuentro, le causara el misionero. Así quedó en su Diario personal:
«Diez y media. Ya llega La Melita. Con el P. Uriarte, vamos al puerto, pero la lancha atraca mucho más abajo y mientras la esperamos, ya el P. López llega con los PP. Prefecto y Gastelúa. ¡Qué cara de pícaro tiene!, pero también, ¡Qué tipo más Franciscano!. ¡Qué pobreza respira todo su ser!. Su palabra de saludo no pudo ser más franca: ¿Qué hacen Ustedes que no llegan?. ¡A la lancha ahorita mismo!» (AMF/BL, Diario íntimo, etc., fol. 25.).
Y no hubo otro remedio. Dejar las canoas, cuyo recorrido de bajada a Requena aún supondría más de un mes de travesía, y subir al vapor que, aunque más grande, no tenía camarotes, por lo que obligaba a vivir en la cubierta, y a pernoctar en ella durante las largas jornadas que faltaban.
Era esta lancha, una de las embarcaciones comerciales que, con base en Iquitos, recorría la vía fluvial ucayalina, recogiendo materias primas, como algodón caucho, a los precios más tirados, para exportar después a la Costa o al exterior a precios fabulosos, explotando de este modo a los nativos. Por esta causa, las paradas obligadas hicieron que se prolongara un poco más el viaje, y el agobio del calor y los zancudos.
También el P. López recoge en su crónica personal la partida de Cumaría:
«El 8 de septiembre de 1919, embarcamos en La Melita: las Madres Dolores, Auxiliatriz, y las hermanas Rosario y Encarnación – Los PP. Prefecto Francisco Irazola – Comisario Gastelúa – P. B. Uriarte – P. López y Hermano Antonio – y los Sres. Horacio Lizárraga, de Concepción, Alfredo Yanck, alemán, más tres muchachos» (APDL, Lo que era Requena, etc. A/11, fol. 10; DOC. nº 130, p. 130.).
2.2. Cariñosa acogida en los puestos del río
El P. López, queriendo dar la importancia que la ocasión se merecía, conocedor de las haciendas y caseríos marginales al trayecto, se había encargado de correr la voz de la llegada de las Madres, al hacer la surcada en La Melita.
Las propias Misioneras no salían de su asombro, al comprobar el alto poder de convocatoria, de que hacía gala el popular misionero. De este modo, fueron conociendo a las gentes de la Selva que, en cada parada, llenaban la lancha, con el afán de saludar a tan intrépidas mujeres y traerlas sus regalas plátanos, huevos, gallinas, etc, La Superiora escribe con humor: «Una señora nos ofrece un carnero; poco a poco, vamos haciendo una granja… y comentamos riendo, que la fundación se está poblando» (AMF/BL, Diario íntimo, etc., fol. 41.).
El 14 de septiembre llegamos a Contamana consigna el P. López. La entrada en la sede de la Prefectura Apostólica guardaba una grata sorpresa para las nuevas Misioneras ya que el P. Agustín había hecho a la subida la convocatoria, y el pueblo entero en masa, los estaba esperando. En la iglesia, un joven lee un discurso de bienvenida y una joven dedica unos versos y una canción a la expedición de Misioneras Franciscanas. La impresión en las recién llegadas es enorme.
D este modo, el resto de bajada por el río hasta Requena, se iba convirtiendo en marcha triunfal. La población de Inahuaya también esperaba en la orilla y tuvo que subir la gente a sus canoas, para acercarse a saludar y dar la bienvenida a las Madres Misioneras. De igual modo en Canchahuaya y en Delicias, con ofrendas y los regalos incluidos.
Pero las continuas paradas para cargar, hacían el viaje interminable. Además, el peso iba ya haciendo difícil la navegación. Hasta que, finalmente la sirena de La Me lita avisa, anunciando su llegada al puerto de Requena.
7. La llegada de las Misioneras a Requena del Tapiche
«FECHA MEMORABLE PARA REQUENA Y TODO LORETO» escribe así, con mayúsculas, en su Diario, el P. Agustín López refiriéndose al 23 de septiembre del 1919.
Y la Madre Dolores, escribía por su parte:
«Por fin, apareció el alba del último día de nuestra navegación por este famoso río. Esta tarde llegaremos a Requena. ¡Qué raro nos parecerá encontrarnos en nuestra casa!.
2 p.m.: el Sr. Muñoz nos avisa que ya estamos a la vista de Requena. La sirena anuncia a todos los vientos nuestro arribo. Al aproximarnos, se descargan cuatro cañonazos, a los que el pueblo contesta con disparos de fusil. Es una señal convenida con las lanchas: aquella en la cual viniéramos, había de disparar los cañonazos» (Idem, fol. 45.).
Los «Annales des Franciscaines Missionnaires de Marie» (Idem, Annales des Franciscaines Missionnaires, etc., p. 121.) se hacen eco de las impresiones de la Madre Dolores, y da una original versión del acontecimiento:
«…Aux coups de canon répondent les sirénes du rivage: vacarme mayuscule. Du pays on répond par des coups de fusil et de sonneries de cloches… Les Péres viennent nous saluer; la procession s’organisé».
7.1. Bienvenida de la población
«Por fin, entramos en Requena», escribía con dejos de agotamiento y cansancio de tan largo y penoso viaje, la Madre Dolores Burgui.
Tan pronto la lancha hizo atraco en el puerto, el P. Manuel Alcaina, oficiante de Párroco en la ausencia de Fr. Agustín López, acudió al atracadero, para ofrecer el primer saludo y concretar algunas cosillas sobre el recibimiento.
Transcurrida la corta espera en el puerto se organiza enseguida la comitiva, camino de la iglesia de la Misión. Las calles se ofrecen cubiertas de guirnaldas y de flores, unas y otras, exhalando el perfume exótico de la Selva. Hasta se han levantado algunos arcos de triunfo. En el primero que se ha de cruzar, un gran cartelón proclama: «Requena a su Pastor». Allí estaba prevista la primera parada de aquella marcha procesional. «Aquí se detiene la comitiva, y el Alcalde del Pueblo, medio temblando, medio a tropezones, lee un discurso (Idem, Diario íntimo, etc., fol. 46.).
En otro arco, otro cartelón rezaba: «Requena a sus Madres». Aquí, una vez llegados y agrupado todo el gentío, una joven comienza la lectura de un largo discurso, que un aguacero torrencial le obliga a interrumpir. Ante la intensidad del chaparrón, la procesión se desbarata y, se dirigen todos hacia la iglesia.
Enseguida, el local del templo se hizo pequeño para tanta muchedumbre, y las recién llegadas apenas pueden percatarse de algunos detalles del recinto: «El altar es bastante bonito en su sencillez, y las estatuas de la Inmaculada, Jesús Crucificado y San Antonio, preciosas. Las han traído de Barcelona» (Idem, id.), anotaba la Madre Burgui.
El P. Alcaina, como oficiante, toma la palabra, explayándose en el hondo significado que tiene para la Amazonia la llegada de las primeras Monjas Misioneras; pero su plática, apenas puede ser oída, por el ruido del torrencial diluvio que en esos momentos caía sobre Requena.
La crónica del P. López, siempre escueta, pero densa en su contenido, resume en seis líneas todo lo que consignó la Madre Burgui en su Diario, de este modo: «El 23 de setiembre, a las 2 p.m., llegaron a Requena, donde les esperaba el P. Alcaina, que acompañado de todo el pueblo y la banda de música, les salió al encuentro; conduciéndoles por bajo de arcos a la iglesia, donde se cantó un Te Deum» (APDL, Lo que era Requena, etc., A/11, fol.10; DOC. nº 130, p. 130; N.B.: Repárese que ya en el 1919 existía banda de música en Requena.).
Concluido el acto de la Iglesia y cesada la lluvia, las religiosas acuden a su nueva residencia.
«Acto seguido, pasamos a visitar nuestra casa, que ya está invadida de gente. Tomamos ponche y las rosquillas que nos han preparado, saludamos a todos y, poco a poco, se retiran. La fiesta que tienen preparada se deja para mañana».
4.7.2. El homenaje de Requena
«Al siguiente día, 24, se cantó la Misa en la mañana, y en la noche, se dio la velada en honor de las Madres», prosigue la escueta crónica del Padre Agustín López.
«Le l’endemaint, celles-ci devront assister á une grande séance donnée en leur honneur, par les enfants, et la vie de travail commence», dicen por su parte los «Annales des Franciscaines Missionnaires de Marie» (AGM/BL, Annales des Franciscaines Missionnaires, etc., p. 23.).
Pero hay un silencio evidente del P. López, que en tan importante ocasión, queda como relegado en un segundo plano. Con todo, esta circunstancia, como ya sucediera en el Acta Fundacional de Requena, y en algunas otras ocasiones de menos relevancia, Fray Agustín López, cumplió su papel «no más», como se dice en aquellos lares y, conseguido lo principal, él desdeñaba los laureles. Pero, analizado su carácter y acercándonos a lo más íntimo de su persona, no dudamos en afirmar que fuera él el más feliz por la llegada de las Misioneras a Requena.
En su Diario de aquellas efemérides, tras los concisos apuntes que más arriba ya hemos recogido, hay una pincelada más y de las más certeras de su profunda humanidad, reconocida y detallista:
«No debo pasar en silencio la gratitud que debemos al Sr. Alfredo Muñoz, Comandante de La Melita y representante de la Casa Israel y Cía. que, sin cobrarnos un centavo, y con el trato más delicado y más atento, aun perjudicándose en su negocio, nos trajo hasta Requena. También debo manifestar que el Sr. Israel, Jefe de la Casa, es el mayor bienhechor y el más afecto que tenemos en Loreto, a pesar de ser israelita» (APDL, Lo que era Requena, etc., A/11, fol. 10; DOC. nº 130, p. 130.).
8. Los primeros trabajos de las Misioneras en Requena
8.1. Los principios de una gran labor
Instaladas las religiosas en Requena, de inmediato iniciaron sus trabajos en los campos educacional, sanitario, social, promocional y religioso.
Sin duda, la aclimatación de las religiosas tuvo que ser muy dura; pero su indomable espíritu y su consistencia sobrehumana de mujeres intrépidas y audaces, con la mirada puesta en lo imperecedera, hicieron fácil lo difícil. Fueron capaces de soportar el calor del día y de la noche; aprendieron a comer yuca, inguiri, paiche, carachama, sagino, mono, aguaje, etc.; aguantaron el desesperante picor de los isangos diminutos metidos en la piel, de los zancudos, las hormigas y los insectos; sufrieron el aislamiento y la incomunicación; y, sobre todo, conocieron y amaron a los indios, con sus pómulos salientes, ojos oblicuos, cabellos lacios, color trigueño; a aquellas niñas y jóvenes de mirada curiosa que, con ellas, descubrirían paso a paso, los valores de la civilización y la cultura.
Las mismas Hermanas tuvieron que luchar, para no dejarse abatir por el clima, el cansancio y el desánimo, ante la falta de respuesta activa de la gente de la Selva (LAORDEN, id., p. 228.).
El campo de acción más importante de las religiosas, en Requena, desde el primer momento, fue el de la Enseñanza, tomando a su cargo el Plantel Escolar de Mujeres, una iniciativa prevista por el P. López, desde mucho tiempo. El Centro se debió poner muy pronto en funcionamiento, pues en la refundición que el P. López hizo de su Diario, al comenzar el 1920, hablando de una visita del P. Prefecto a Requena, repuesto ya de la enfermedad contraída en el viaje con las Madres, dice que «ya en funcionamiento el Colegio y dirigido por las mismas Madres, regresaba al Tambo en la lancha Iquitos» (APDL, Lo que era Requena, etc., A/11, fol. 11; DOC. nº 131, p. 131.).
Comenzó este Plantel como Centro privado al finalizar el 1919, empezando a funcionar con carácter Público, tras su reconocimiento por el Estado en Resolución Ministerial del 5 de Agosto de 1921. Su primera Directora Oficial fue la Madre María Wilvina, que ejerció este cargo hasta el 1938 (JOVER. RAFAEL, Realidad Social-Pedagógica de la Ciudad de Requena. Tesina de Grado, Mecanograf. Lima 1967, p. 92).
Las jóvenes recibían clases de Corte y Confección, artesanía del hogar, bordados, adornos florales, cocina y repostería. Atendían, también, la parte moral, espiritual de la feligresía femenina de Requena, visitando casas, celebrando encuentros, atendiendo enfermos, clases de alfabetización, catecismos dominicales, etc.
También ayudaban a los misioneros en sus funciones pastorales y en sus visitas a los caseríos, preocupándose del canto y del ornato del templo.
«Une fois par semaine environ, deux soeurs portaient en pirogue sur le fieuve pour aller visiter l’un ou l’autre des postes missionnaires et ainsi faciliter la tache du missionnaire» (AGM/BL, Notre Histoire, etc., Tom. VIII, p. 133.).
8.2. La labor misionera de las Madres Franciscanas
Es mucho el trabajo que hay que llevar a cabo en la Selva, y el tiempo se acorta sin sentirlo (Idem, Annales des franciscaines Missionnaires, etc. La Fondation de Requena, p. 133.).
«Constatamos que este primer año entre los indios Cocamas, se ha pasado como un día. Tenemos tanto trabajo para abrir las inteligencias de quienes están confiados a nosotras»
«Petit á petit cependant, l’oeuvre missionnaire se fit» (Idem, Notre Historie, etc., id.), y, lentamente, se fueron identificando las Hermanas Misioneras con las realidades de la Selva y con los problemas que van surgiendo con sus habitantes, de una psicología tan diferente de la suya, generalmente indolentes e incapaces de un esfuerzo.
«Todo va lentamente en las orillas del Ucayali, – escribía la Madre Dolores Burgui desde Iquitos. – hay que roturar las inteligencias, los corazones y las almas, hay que combatir la falta de energía de los indígenas aplanados por el calor del clima… Para todo esto, hace falta mucho valor» (Idem, Annales des Franciscaines Missionnaires, etc., id.).
Pero hay un detalle de la máxima importancia en el Diario del P. Agustín López porque testimonia la preocupación y la dedicación con que atendió la obra de las misioneras franciscanas. Según dicho Diario, todo el año lo dedicó, prácticamente, a levantar su convento. «Todo el año se me pasó en viajes, trayendo balsas de troncos y de tablas, para completar el convento de las Madres» (APDL, Lo que era requena, etc. A/11, fol 11; DOC. nº 132, p. 132.).
Mientras tanto, la obra de las Misioneras avanzaba lenta, pero segura. Las jóvenes blancas e indias, sin distinción, recibían una educación nueva y también la vida de la selva empezaba a ser distinta: por sus alumnas las religiosas accedían a las madres, por éstas, a sus familias.
El P. López se sentía muy satisfecho de la labor misionera de las monjas y se congratulaba de que su Comunidad creciera y, en breve tiempo, hasta se multiplicara. Y en sus escritos, reflejaba estas cosas de este modo:
«Las Madres tampoco se descuidan; a la vez que levantan el edificio moral, por medio de la instrucción y educación de las niñas, van mejorando el edificio material por medio de obras de albañilería, iniciadas por el Sr. Urresti, y alentadas por la Madre Visitadora y su Secretaria, que llegaron a Requena, acompañando a la Madre Pino y a la Hermana Emeteria, destinadas también a esta Misión» (Idem, id., fol. 13; DOC. nº 134, p. 134.).
Las Misioneras, al año de llegar a Requena ya fundaron en Iquitos, y su influencia religiosa y cultural: primero con la Enseñanza Primaria y del Hogar, luego con la Media y, finalmente, con una Escuela Normal, su peso cultural en el progreso de la Amazonía Peruana, fue tan importante, como decisivo. También atendieron la Escuela Hogar, para los caseríos del Ucayali y se hicieron cargo de un Taller de Artes y Oficios, cuyos edificios, con los de los regidos por los Misioneros Franciscanos, todos de ladrillo, figuran entre los mejores Centros docentes de todo el Departamento de Loreto. De su Escuela Normal Rural salieron las maestras que llevarían hasta los más alejados poblados de la Selva, los elementos fundamentales de la civilización, la religión y la cultura.
Cuando el López regresaba el 8 de diciembre de su visita al Puinahua, se encontró en Requena con los PP. Buenaventura Orbea, Visitador; Irazola., Prefecto; y Rafael Gastelúa, Comisario. Los tres, «Al ver el movimiento, las obras, la gente, quedaron asombrados. ¡Se desvaneció la prevención que contra Requena tenía el P. Prefecto, considerándolo como impropio para un cuerpo docente como las Madres! Porque así lo había manifestado en Contamana, por lo cual, ni había querido mandar su aprobación a Roma, hasta que la realidad que palpaba le convenció» (Idem, id.).
—